jueves, diciembre 06, 2012

DANZA Y EROTISMO, LA COREOGRAFIA OCULTA








“Fue hermoso cómo hicimos el amor
la última moche,
parecíamos dos monos chillones
en su luna de miel
murmurando sonidos extraños
en un vuelo inacabable.
Mis piernas se abrían
como un valle quieto,
caminaste en él
lleno de furia
y fuiste su mejor habitante”
Rosina Valcarcel

Walter Paz Quispe Santos

La danza como experiencia humana es representación e imaginario. Representación de la síntesis de lo vivido. Simbolización y metáfora; ética y estética imbricada de imaginarios posibles y deseables. La danza como formalización de nuestras formas de vida, es una manifestación cultural equiparable al esfuerzo para crear una obra de arte. Descifrar sus tensiones básicas es una meditación sobre el riesgoso y poético ejercicio de la existencia. Encontrar los axiomas que mueven la danza al margen de sus coreografías, es decir, en las eróticas del varón y la mujer en una fiesta definida como cristiana y por lo tanto de veneración, es el abrazo de eros, y una de las mayores motivaciones a la hora de danzar.

El erotismo se presenta bajo el signo de la diferencia. Una diferencia dramática y festiva a la vez, violenta, exagerada y misteriosa. Esta idea surge cuando observamos el gesto de danzar. En el juego del intercambio de roles mediante el cual cada uno penetra en las fantasías eróticas del otro y le cede las suyas. Existe sin duda, una peculiar inclinación erótico-dancística de cada sociedad, y la sociedad puneña de hoy aparte de hacer una invocación a la virgen hace una invocación al amor. El erotismo por la profundidad de las raíces y por su trascendencia cultural (la trascendencia de la pornografía es de orden sociológico), no puede cifrarse en un concepto adjetivo (el atuendo) incorporado a la elemental función del instinto. Hay algo más, que radica en unos valores, asentados en la intervención de la inteligencia que controla y dirige el instinto, regula y ordena el goce resultante del trance erótico.

 El erotismo como lo señala Manuel Valls más que una noción, es una vivencia interior y, para que se presente ha de pasar por el tamiz de la experiencia, enriquecida por la imaginación. Llegar a su profundo conocimiento es una aventura intelectual interesante. Al decir de Eric Fromm, “el amor no es un sentimiento fácil para nadie, sea cual fuere el grado de madurez alcanzado” y la “satisfacción” en el amor individual, no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina. Para Francisco Alberoni la seducción femenina tiende a producir una emoción erótica indeleble, aun cuando se sabe que sólo se trata de un encuentro, de una aventura; aun cuando se sabe que el hombre es inalcanzable. La seducción femenina pone en movimiento en el hombre la excitación erótica, genera en él el deseo, lo enciende como se enciende una antorcha. Pero su última meta no es el acto sexual. Quiere provocar el enamoramiento del hombre, despertar en él un deseo que se renueve, como una congoja, una nostalgia, para siempre. La seducción es encantamiento, tiene que despertar el deseo y fijarlo en él. El encantamiento, es decir, lo erótico, es lo contrario de lo obsceno. Para hacer desear el sexo con mover bien el cuerpo a la hora de danzar, dejar entrever los senos, basta con acercarse con el hombre en la coreografía, con rozarle con los sentidos. En la interpretación masculina del erotismo lo que cuenta es, en cambio, el esplendor del encuentro sexual.

El encuentro erótico para el hombre, es un tiempo luminoso, sustraído a la vida cotidiana. El encuentro luminoso es como un espacio liberado y liberador, una experiencia regenerante de la que sale enriquecido, reforzado, feliz, realizado. Los hombres en su relación erótica con la mujer en los estados de fiesta experimentan con mayor frecuencia que la mujer es el instante de eternidad. No es un intervalo efímero. Es un estado sumamente especial, ajeno al tiempo. Cuando el instante de eternidad se desvanece, reaparece el tiempo. Pero el valor del instante de eternidad es superior al tiempo. Su recuerdo o mas propiamente “nostalgia”, hace que el tiempo sólo parezca un obstáculo, una caída, una distracción de nuestra naturaleza que es vivir en la eternidad. Cuando uno revisa los aportes de investigadores de la coreografía constata más un hechizo estructural que prioriza por ejemplo el movimiento, los bailarines, el entorno visual, los elementos del sonido tal como lo señala Janet Adehesad. También se estudia prototípicamente, las relaciones entre componentes, las relaciones en un mismo momento, las relaciones a través del tiempo, las relaciones entre el momento y el desarrollo lineal, además de las relaciones primarias, secundarias y subsidiarias. La interpretación obvia por lo tanto, el despliegue erótico entre el hombre y la mujer. Sebastián Serrano en su estudio “instinto de la seducción” llama a este olvido del instinto más creativo, el de la seducción, como la “miopía del marketing”.

Las interpretaciones de la danza de Pauline Hodgens, se preocupan más en conocer el trasfondo sociocultural, el contexto, los géneros y estilos, la temática, además del carácter y las cualidades y el sentido – significado, pero una vez más obvian la fascinación por la creatividad, y por lo tanto por los comportamientos sorprendentes de los danzarines a la hora de danzar. El mismo Serrano nos dice que sentimos una fascinación por los comportamientos sorprendentes, y encontramos una demostración palpable de esta evidencia en el gusto que todos tenemos por el gesto de bailar y danzar, hasta el punto de que su experiencia puede constituir una de las mejores manifestaciones de la existencia del placer como resultado de la coreografía de la danza.

El acto de danzar como sabemos, expresa el desencadenamiento de la experiencia placentera en la capacidad de sorprender. Crean una perspectiva en la mente, y acto seguido, como por arte de magia, disparan en nosotros los mecanismos del deleite, la química del placer, y el erotismo como con frecuencia relacionamos placer con belleza, hablamos de esa belleza reproducida en nuestro pensamiento, agregado de fantasías, emociones, etc. Para comprender con superior precisión cómo participa la danza en el misterioso el misterioso círculo del erotismo, es importante conocer el tractatus ludorum, es decir, la antropología del juego tal como advierte José Gonzales Alcantud, quien a partir de la teoría de la fiesta, llega a sostener la teoría del juego como uno de los elementos explicativos de mayor potencia a la hora de interpretar una danza; y más precisamente las reglas del juego de los humanos: los sexos, para desentrañar los mecanismos que rigen el comportamiento del varón y la mujer.

A propósito J. A. Jáuregui explica a través de este mismo mecanismo las leyes biosociales la relación del varón y la mujer en los procesos de simbolización de la danza y la vida cotidiana. La idea central de Jáuregui es que existe una biocultura o leyes y mecanismos bioculturales que rigen la diferencia y el juego de los sexos. Por ejemplo si tomamos en consideración las leyes bioculturales del vestir, en la fiesta y la danza encontramos la ley de la pollera y el pantalón. El pantalón y la pollera se convierten en dos mecanismos de diferenciación cultural y biocultural del hombre y la mujer (aunque el pantalón se ha feminizado en la vida cotidiana). Los diseñadores pensando en el espectáculo de la fiesta preparan estos trajes con la idea de mostrar las piernas en la mujer y el caso del varón muy apretados para evidenciar el cuerpo. A todo esto le agregamos la ley de las medias y los calcetines que tienen el mismo propósito: en el caso de la mujer mostrar las piernas con seducción y en el varón sin mayores intenciones semióticas. También en los estudios bioculturales se habla de la ley del sostén: los pechos de una mujer aparecen como un importante mecanismo bionatural de diferenciación y erotismo, así como lo es también el cabello. El juego sigue en pie despertando el mismo interés de siempre. Plato favorito de conversación entre varones es precisamente el comparar a las mujeres de su entorno pesando la calidad de su riqueza femenina en la balanza del diseño de los senos. Además, existen otras leyes como la ley del calzoncillo y de la braga, la ley de la combinación, de la faja y de otros artilugios, la ley del sombrero y pañuelo de cabeza, la ley del calzado y los guantes, la ley del perfume, la ley de pintarse, la ley de pendientes y adornos, y objetos dancísticos, la ley de la jerarquía sexil de la lengua, entre otros, nos muestran que hay muchas construcciones socioculturales y biológicas que condicionan la coreografía de nuestras danzas desde la perspectiva del erotismo.

Si entendemos la danza y sobre todo su coreografía como un juego, comprobaremos que existen algunos mecanismos muy interesantes y poco estudiados; por ejemplo el juego entre varones por la más bella. El juego / competencia, al que también se llama juego aristogínico donde los participantes son varones y lo que está en juego es la mujer, y gana el que conquista a una mujer más hermosa, no describen las coreografías comunes. El juego de la poligamia, es decir, el mito de don Juan, el juego entre varones: “la ley del cornudo” y por otro lado el juego entre las mujeres: la guapa y la fea, el juego de la soltera y la casada, de la estéril y la madre, la esposa y la querida, las co-mujeres del polígamo, la virgen y “la de segunda mano”, la de clases y jerarquía materna, la madre y la madrastra, etc. Son dinámicas muy presentes en las festividades pero muy poco estudiados por entendidos. Como podrá comprobar amigo lector hemos descubierto y analizado todo un complejo y maravilloso conjunto de leyes y mecanismos cuya naturaleza y funcionamiento están encaminados a diferenciar y relacionar a través del erotismo al varón y la mujer en una festividad. Además existen otras leyes y mecanismos que mueven y motivan a los danzarines a realizar una serie de actos programados con todo detalle en la computadora cerebral. La ley de la atracción heterosexual o de signos opuestos, la ley del enamoramiento, la ley del amor como energía, la ley del código espacial y temporal del amor, las leyes biosociales de la cópula, la ley de la estructura diacrónica del coito, las ley de las rutas oculares, táctiles, fónicas, y otras tienen una motivación subyacente: el erotismo. Y la danza, es el mejor texto o discurso de significados que el contexto de la festividad de la candelaria o el carnaval de Juliaca nos presenta en febrero. Los nacimientos de niños engendrados en este mes son muchos y nos hace ver que no todo es devoción cristiana. Como nos lo dice bien Octavio Paz, la verdadera religión de nuestro tiempo es el erotismo como construcción cultural, y es el que más convoca y congrega. Las nuevas religiones del siglo XXI son religiones colectivas, y existen más fe y devoción en las piernas y pechos, en la liberación del cuerpo y el consecuente árbol de las pasiones.

En suma, la danza, como estética es una vivencia radicalmente humana que obra como síntesis o culminación que resume la existencia en todas sus dimensiones y una de ellas entre otras muchas, es el erotismo; y es tal vez el mejor testimonio de nuestra historia moral sexual contemporánea.