miércoles, abril 01, 2009
Mural verbal, signo verbal, ur text de diálogos andinos
Walter Paz Quispe Santos
Introducirnos en las poéticas de Boris Espezúa Salmón, es indagar sobre un mural verbal, un collage verbal, es decir un ur text de voces andinas. Poesía integral y polifónica, atractiva y desconcertante, intra e intertextual en sus esferas temáticas, símbolo y verso de periferias, diálogos alternos y plurales; donde el discurso poético es esencialmente memoria responsiva, memoria textual. Así lo confirman “A través del ojo de un hueso” (1989), “Tránsito de Amautas y otros poemas” (1990), “Alba de Pez” (1998) y “Tiempo de Cernícalo” (2002).
El poema integral en Boris Espezúa, es un automodelo; es decir, implica de alguna manera la explicitación de su epistemología. Como afirma Umberto Eco, la obra de arte no se propone en primera instancia el conocimiento del mundo, sino la creación de formas autónomas que poseen características específicas. El arte no reemplaza el conocimiento científico pero aporta complementos del mundo; es una “metáfora epistemológica”, una representación figurada que se organiza como los otros conocimientos, según los módulos con que cada época percibe y concibe la realidad. En una terminología lingüístico semiótica contemporánea el discurso poético de Boris Espezúa es responsivo de un pasado, una tradición fundada en la oralidad, transmutada en la cronística y refundada en un ur text andino por Gamaliel Churata. Los poemas como automodelizaciones o autorreferentes son colectivos de la memoria y por tanto están siempre construyendo un código poético. Un código es justamente según Bajtín, la constitución de un corpus de discursos que funciona como un programa pragmático, como en “Transito de Amautas y otros poemas” donde sus códigos prevén, generan, anticipan, incitan, aseguran prácticas poéticas, y una intensa andinidad y andinismo. La andinidad como filosofía y el andinismo como práctica poética y social.
El código en los poemas de Espezúa funciona a partir de una inercia textual y formal donde hay una reafirmación de la ideología implícita en la forma. Esto es, la memoria no es memoria sólo de una parte: es memoria también de las prácticas implicadas en esa memoria y de sus negaciones dialécticas. El urd text “Transito de Amautas” tiene un entorno que define el origen de las voces polifónicas y su hibridación en el centro escolar 881 que es la alegoría del intertexto entre José Antonio Encinas, Gamaliel Churata y el canto popular cuya polifonía nos muestran un país escindido, hollado y abatido en su yo poético, en su meditada forma de presentar la palabra poética que amalgama indisolublemente en carnadura sonora de armonías conversacionales, medio y mensaje, significantes y significados, que en esencia es reflejo y a la vez espejo de la diglosia y la alteridad, la horrísona presencia del murmullo del conflicto, lo vetusto del desencuentro de las clases sociales.
El diálogo en “Transito de Amautas” es la expresión de esas tensiones y conflictos socioculturales. Él énfasis está puesto en la conflictividad dialéctica del proceso histórico que vivió y vive el país. En la violencia simbólica que sus asimetrías producen. Tal vez en profundidad los poemas de Boris Espezúa reclaman una ética del diálogo para la persistencia de la memoria textual andina en el horizonte simultáneo y complementario de la replicancia. Así el término replicante en sus poemas se entienden como responsivos o respuestas y en el sentido de la réplica o copia. El diálogo siempre produce acuerdo o desacuerdo; reposición de sentidos anulados y marginados, censurados u olvidados, imitación o refutación. Pero, ese no es el sentido del diálogo que nos transmite Boris Espezúa, sino un diálogo diasistémico, sincrónico y diacrónico, es decir, no está limitado a un espacio bidimensional; es simultáneamente topológico y atopológico. No se pueden prever las consecuencias pragmáticas del diálogo porque se desarrolla en un tiempo y espacio no euclidiano, no plano, donde permanentemente se podrían distinguir múltiples e ilimitados elementos copresentes que apuntan a una constante hibridación cultural extendida: “Léase estos poemas como quien escucha por dentro y por fuera una clase alegórica, atemporal y entrecortada de la enseñanza de la historia del Perú entre José Antonio Encinas y Gamaliel Churata en el centro escolar 881, cerca a un mercado imaginario en la ciudad de Puno”. Así en esta semiosis el diálogo tiene un desarrollo irregular en el cual pueden marcarse líneas de fuerza, tradiciones variadas, una memoria textual o discursiva, pero no esta dirigida a un fin determinado ni irreversible, sino que está lleno de elementos heterogéneos, coexistentes, copresentes con elementos homogéneos. En términos culturológicos no se puede eliminar la otredad, la alteridad y el discenso, es decir la contradicción de la diferencia no puede ser evitada.
La continuidad estructural del sistema y la consecuente continuidad del recuerdo permiten la continuidad de la memoria. Esa continuidad consolidada en la tradición textual oral y escrita, expresadas desde la voces de la calle: “¡…Una limosnita por el amor de Dios, caballero, señorita, una limosnita por el amor de Dios¡ (…) ¡…cambio, cambio botellas, periódicos por juguetes de plástico, aproveche señor, señora, aproveche los juguetes por botellas, periódicos, cambio, cambio¡… o la tradición escrita expresada en la voz de los Amautas como los viejos achachilas, aukis, Churata, cuyos enunciados como el de Encinas: “…el maestro pagado con los desperdicios del presupuesto nacional, impedido para intervenir en la política del país, es sencillamente un paria que vegeta dentro de la rutina como sistema, teniendo el favor como recompensa. Así, el Maestro no es un mentor de conciencias, un conductor de multitudes, un arquitecto de gran envergadura; es simplemente, un conductor de rebaños o un albañil de aldea…” interactúan en la intertextualidad con canciones populares andinas como “…Alma me dicen, alma no soy, porque voy sólo me dicen alma y hasta los perros aúllan al verme…”, intercalados con versos del poeta: “sobre nuestra historia de río caudaloso/ corre herida la luna traspasando cordilleras/ desiertos y selvas de un territorio danzante./ Al centro de fortalezas y ciudades olemos muña/ filtreando de un kero y de un frigidaire/ Al pie de encuentros y perdiciones se abren recovecos de leyendas e imposturas/ Horizontes de pachamamas fueron los primeros maestros/ espontáneos ejes de será, esencias del fue/ sus rayos crisparon quinua perfilado en piedras/ los ángulos del firmamento/ nuestras manos de arcilla moldearon al trueno, al/ metal molido y tallaron ojos contra las/ tormentas” Aquí la discontinuidad estructural del sistema y la continuidad de la memoria o sea la diferencia simultánea a la repetición poniendo énfasis precisamente en la diferencia es lo que explica el código poético. Por lo tanto, es la discontinuidad estructural del código (sincrónica) la que garantiza la persistencia sistémica del código (diacrónica). Y esa discontinuidad garantiza el horizonte ideológico de los poemas integrales que Boris Espezúa nos propone en cada uno de sus poemarios.
Finalmente, Boris Espezúa a parte de asumir la cultura como conciencia, es decir una conciencia en acción que se manifiesta en un discurso propio, así su poética cuando en un determinado momento de su formulación adquiere conciencia de sí mismo, se vuelve autorrefencial, es decir deriva en un discurso ético. La tensión de la comunicación entre la conservación de ciertos enunciados clásicos de Churata y Encinas y la canción popular, y la creación de otros a partir de su Yo poético, es uno de los problemas centrales que asume el poeta. Sin duda las jerarquías de los enunciados, porque hay enunciados simbólicamente más poderosos que otros y que tienen mayores posibilidades de conservación, de perduración y de ser leídos, son en definitiva enunciados observacionales de las asimetrías, los conflictos y desigualdades. Esta compaginación de frases célebres de los amautas con voces de la calle no sólo nos muestra su visión, sino inscribe un discurso donde retumban todos estos ecos a través de imágenes y pensamientos trasfundidos. En suma Boris Espezúa es un gran resonador, de la palabra y la escritura que es práctica, la memoria de la práctica y la conditio sine qua non de toda revolución educativa como nos lo propone usando las citas de Encinas al final de “Transito de Amautas”.
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