jueves, enero 11, 2007

La poesía es una mariposa que sigue volando viva, libre, múltiple e inclasificable.

 





Walter Paz Quispe Santos.

La poesía que duda cabe, es un ejercicio que inquieta y revela, conmueve y cuestiona, libera y humaniza otorgándonos vitalidad, sobre todo su frescura como el soplo del aire o el rumor del agua. Si el valor estético es inherente a todo el lenguaje, no siempre el lenguaje se organiza como poema. ¿Qué haría el artista para convertir las palabras de nuestras conversaciones en un material tan propio y genuino como lo es el hierro o el mármol a su escultor? Tal vez la poesía, es la canalización de nuestras secretas correspondencias, afinidades subterráneas que en un acto confesional florecen violentas y efímeras, cuyas fragancias tenues son nuestros más lúcidos desencantos o nuestras tercas esperanzas: un frasco de esencia en que se conserva el perfume perenne de las grandes evocaciones, de los íntimos sucesos capitales, de las peores desgracias, de las felicidades memorables y, ¿cómo no?, para los viciosos de la página solitaria e impresa, el persistente aroma de las lecturas que nos llegaron al tuétano más nimio. La poesía, esa soledad de la escritura es además el arco y la lira que emprende la imposible travesía de regreso por el pasado. Es más, para alegría de esta bárbara civilización y tristeza del nubarrón sigue siendo una mariposa que vuela viva, eterna, libre, múltiple e inclasificable en los atardeceres del veinte que enrollamos y del veintiuno que desplegamos en su lugar.

Detrás de todo poeta que se precie de tal, existe una síntesis del fuego creador de la aventura poética, una declaración de la existencia humana: hay que vivir mucho, hay que amar mucho y hay que escribir mucho. Ya lo decía Rainer María Rilke en sus “cartas a un joven poeta” nadie le puede aconsejar ni ayudar, nadie..., No hay mas que un sólo remedio: adéntrese en sí mismo; escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir, averigüe si este móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su corazón, y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuera permitido escribir. Y ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿“debo yo escribir”? Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un “sí debo” firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, levante el edificio de la vida, que hasta en su hora más indiferente y más insignificante, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Describa sus tristezas y anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello, y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad, valiéndose, para expresarse, de las cosas que le rodean, de las imágenes que pueblan sus sueños y de todo cuanto vive en el recuerdo. Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Por eso Holderling sostenía que la poesía es la ocupación más inocente de todas y para eso se le ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que atestigüe lo que es... Mucho a experimentado el hombre, a muchos de los celestes ha nombrado, desde que somos una conversación y podemos oír unos de otros. Pero lo que permanece, lo fundan los poetas. Lleno de mérito, pero poéticamente habita el hombre en esta tierra. Borges llegó a escribir que toda la poesía de occidente puede leerse como prolongaciones o notas a pie de página, a la Iliada o a la Odisea. No es menos interesante, lo de André Bretón “Querida imaginación, lo que más me gusta sobre todo de ti es que no perdonas” cuando se refería a la libertad de la imaginación como única aspiración legítima para mantener la poesía y no reducirla a la esclavitud.

La poesía que más da, “es la creación por la palabra mediante la oración, la efusión amorosa, la libre invención imaginativa o el pensamiento metafísico” como nos lo dice Gerardo Diego. Ya Antonio Machado había dicho “sabed que en poesía no hay giro o rodeo que no sea una afanosa búsqueda del atajo, de una expresión directa; que los tropos, cuando superfluos, ni aclaran ni decoran sino complican y enturbian; y que las más certeras alusiones a lo humano se hicieron siempre en el lenguaje de todos.” También es interesante la concepción de poesía de Federico García Lorca: “Pero ¿qué voy a decir yo de la poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes del cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que una poesía no puede decir nada de la poesía. Eso déjaselo a los críticos y a los profesores. Pero ni ti ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la poesía. Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios –o del demonio-, también lo es que soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo.” Tuvo razón Gustavo Adolfo Bécquer cuando en una de sus rimas con tono confesional señalaba: “¿Qué es poesía?”, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿”¿Qué es poesía?"¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú.” Sin ir más lejos existe un memorable poema intruso incrustado en la prosa de Julio Cortazar en su celebrada “Rayuela” que parece una nota a pie de página de la rima breve.

“Toco tu boca, con un dedo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar junto a mí como una luna en el agua.”

Si las pesquisas nos ayudan a indagar más, encontramos que Blas de Otero en sus “historias fingidas y verdaderas” nos dice sobre la poesía que “Esperamos la palabra. La puerta de metal, alta, se entreabre sola, descangayada ante la turbia luz del alba. ¿Adónde conduce esa puerta? Cinematógrafos, televisión, revistas ilustradas, periódicos como escombro... (¿Qué es la poesía?) Y esperamos la palabra (porque no ha muerto) La palabra precisa, universal, y al mismo tiempo imprevisible. ¿Qué ritmo la mueve, qué vocablos la colman, de qué sintaxis se sirve? Esperamos ante la puerta, apenas entreabierta. Habrá que empujar.”

Miguel D’ors en el prólogo de Punto y aparte con su acostumbrada lucidez nos dice que “A estas alturas; o bajuras, uno piensa que un poema no debe ser personal, ni tampoco impersonal, ni serio ni jocoso, ni largo ni breve, ni elocuente ni conversacional, ni lírico ni satírico, ni verso ni prosa, ni emotivo ni conceptual, ni de derechas ni de izquierdas, ni descriptivo ni narrativo; pero puede ser personal, impersonal, serio, jocoso, largo, breve, elocuente, conceptual, de derechas, de izquierdas, descriptivo, narrativo y todo lo que se quiera añadir, y lo contrario también.” Matizan estos puntos de vista Juan Larrea que señala que la poesía “introducida en un complejo humano, desencadena la multiforme vibración de lo encendido...” Dámaso Alonso que señala que “el objeto del poema no puede ser la expresión de la realidad inmediata, sino de la realidad iluminada por la claridad fervorosa de la poesía”, Pedro Salinas: “la poesía se explica sola; sino, no se explica” Juan Bonilla con su preocupación matemática “mis poemas lo que persiguen es plantear una serie de ecuaciones cuyos resultados ya me había facilitado la realidad”, Luis García Montero con su preferencia lingüística: “los poemas son artefactos lingüísticos propios, palabras sobre palabras, capaces de posibilitar el hecho poético” Ramiro Fonte: “Lo poético es un horizonte, una propuesta de existencia y de pensamiento presidida por la emoción, la imaginación y el sueño como potencias liberalizadoras del hombre”.
Dentro de los poetas hispanoamericanos Octavio Paz con su acostumbrada fiesta de ensayos en sus “Peras al olmo”nos dice “que sin embargo, la poesía sigue siendo una fuerza capaz de develar al hombre sus sueños y de invitarlo a vivirlos en pleno día. El poeta expresa el sueño del hombre y del mundo y nos dice que somos algo más que una máquina o un instrumento, un poco más que esa sangre que se derrama para enriquecer a los poderosos o sostener a la injusticia en el poder, algo más que mercancía y trabajo. En la noche soñamos y nuestro destino se manifiesta, porque soñamos lo que podríamos ser. Somos ese sueño y sólo nacimos para realizarlo. Y el mundo –todos los hombres que ahora sufren o gozan- también sueña y anhela vivir a plena luz su sueño. La poesía, al expresar estos sueños, nos invita a la rebelión, a vivir despiertos nuestros sueños: a ser no ya soñadores sino el sueño mismo.” Pablo Neruda dice que la poesía “tiene que caminar en la oscuridad y encontrarse con el corazón del hombre, con los ojos de la mujer, con los desconocidos de las calles, de los que a cierta hora crepuscular o en plena noche estrellada, necesitan aunque sea no más que un solo verso...” Alfonso Reyes en su “Prosa y poesía” nos dice sobre el futuro de la poesía que “cuando todas estas maravillas naturales se hayan marchitado, todavía seguirán luciendo, con intacta virtud, esos cuadros y aquellos poemas en el que el hombre se ha apoderado de las primaveras del mundo...” Finalmente Jorge Luis Borges señala que “Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como cercanía del mar. Un hecho cualquiera – una observación, una despedida, un encuentro, uno de esos curiosos arabescos en que se complace el azar – puede suscitar la emoción estética. La suerte del poeta es proyectar esa emoción, que fue íntima, en una fábula o en una cadencia.” Nuestro querido Gabo a fines de mayo del 2000 cuando se enteró del recrudecimiento de un enfermedad en el lecho de su cama envió este memorable poema a sus amigos:

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría lo que pienso pero en definitiva pensaría todo lo que digo./
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría mas, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Escucharía cuando los demás hablan, y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría mas sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto no solamente mi cuerpo sino mi alma.
Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que le ofrecería a la luna.

Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos... Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un solo instante sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes los hombres...
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su puño por primera vez el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre. He aprendido que un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero finalmente de mucho no habrán de servir porque cuando me guarden dentro de esta maleta, infelizmente me estaré muriendo”


El mismo concepto, probablemente haya motivado “El testamento de Jorge Luis Borges”que es la partida de defunción o la biografía de su eternidad que circuló dentro de los consanguíneos y viscerales ochenta y cinco años de su agitada madurez. Comprobémoslo por nuestra cuenta, releyendo a Borges como lectores machos y exegetas de la palabra con la patente de su presencia permanente en la literatura mundial y los que se resisten no saben lo que se pierden, porque la poesía es una mariposa que sigue volando viva, eterna, libre, múltiple e inclasificable y además es el lenguaje de los Dioses.

“Si yo pudiera volver a vivir mi vida, trataría de cometer más errores,/ no intentaría ser tan perfecto. / Me distraería más, sería más alegre de lo que he sido,/ y de esa vida tomaría en serio muy pocas cosas. /Sería menos higiénico, correría más riesgos, viajaría más, /contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos. Iría a lugares donde nunca estuve, comería más dulces y menos verduras.
Tendría más problemas reales y menos imaginarios/.Yo fui una de esas personas que vivió más sensata y prolíficamente/ cada minuto de su vida. Y claro, también tuve momentos de alegría,/ pero si yo pudiese volver atrás, trataría de tener sólo buenos /momentos, pues si no sabes, de eso está hecho la vida, y no pierdas/ nunca el aquí y el ahora./ Yo era de esos que no iba a ninguna parte sin un termómetro, una/ bolsa de agua caliente y un paraguas./ Si yo pudiese volver a vivir, viajaría más liviano/ Si yo pudiese volver a vivir, comenzaría a andar descalzo desde/ principios de primavera hasta el final de otoño.
Daría más vueltas por las calles, contemplaría más amaneceres/y jugaría con más niños./ Si yo pudiera volver a vivir... pero sé que tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.”


Finalmente, la UGEL San Román, con su acostumbrado liderazgo en la educación regional y en la promoción de los juegos florales “Juliaca Eterna” nos entrega este manojo de poemas cosechados y espigados de una buena siembra. Ya lo dije muchas veces, los poetas no tenemos temas, sino estados de ánimo, y en esta antología muy bien escrutada es muestra de ello y de la grandeza espiritual de la manzana del humanismo maduro que nos toca ejercerla a través del gusto todos los días y todas las horas.

Con estas palabras al buen entendedor ¡salud¡



Escuela Superior de Arte de Juliaca, diciembre del 2006.
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