viernes, noviembre 07, 2008

Poesia de Efraín Miranda



E Q

Soi una indiecita escolar. Me reconoces;
mi retrato está en folios de grandes libros;
retratada con polleras y con " uniforme".

Me pongo de cabeza y el cielo está abajo
y la tierra queda arriba; así no es mi mundo;
me pongo de pies
el cielo regresa arriba
y la tierra para abajo. El mundo comienza en mis pies,
este es mi mundo.
El mundo comienza en mis huesos,
en los truenos que respiro, en las cordilleras que empuño
y hago una madeja para tener mi imago mundi.

Mis trenzas hacen camino a la casa, en los folios
te informaste que se destechan sacándole un palo;
mi abuelito me dice pariguana
porque aprendo a dormir sin cerrar los ojos;
mi tío no sabe ni firmar
y mi tío materno tiene primaria
me riñe que acaso por eso come más.

Los vidrios de la escuela
desvían el Sol hasta mi patio distante;
la Escuela es la casa más grande de todo;
le he dicho a mi padre que compre una carpeta para
nosotros.
Frente a la pizarra se me adelanta una niña blanca,
a ella es quien educa el Maestro.
Lloro porque soi india y tengo una niña blanca
que el Maestro ha creado dentro de mí;
esta niña no me puede;
el Maestro le da fuerzas y sustento
el Maestro tiene grandes métodos para esa niña.
El maestro se olvida de mí, de todos los alumnos
y dice que para los indios no se ha inventado nada.

A ratos me confunde: me convierte en ella
o ella en mí;
cuando me habla el profesor, desaparece;
en cada diciembre muere y cada abril resucita.
Al concluir mis estudios se extinguirá
en la parcialidad.





EE

¡No me grites de calle a plaza: cholo;
grítame de selva cordillera,
de mar a sierra,
de Tahuantinsuyo a República: INDIO!

¡Lo soi!

¡A puntapiés, insultos y balas: lo soi!

¡Explotado, robado, asesinado: lo soi!

¡Con mi esqueleto, mi ecología y mi Historia: lo soi!

En iglesias, coliseos, municipalidades
me gritan: ¡indio!
Los descendientes de galeotes, criminales, indultados
aventureros hispanos me gritan: ¡indio!
Todos los descendientes de Adán y Eva me gritan: ¡indio!

¡Soi indio!

Tengo el color mismo de mi Madretierra,
raíces en mi misma Madretierra,
nací en mi y de mi Madretierra,
nací de y en sus elementos energéticos,
de su cinética activa y germinal;
soi indio: una de las variadas formas de su creación

¡Soi indio!

Y, para los genealogistas, regalo en mi choza
lustrosos pergaminos de animales pur sang,
con el árbol verde virgen, a partir de un tronco nobiliario,
o si lo desean, desde un origen cavernario
o, si lo estiman, desde una cuna extraterrestre
o, si lo creen, desde una concepción antinatural.





El día con su puerta de luz…


El día con su puerta de luz
irrumpe en mi cuarto.
Algo mío también encuentro en el día.

Calle infinita, donde las otras calles concluyen,
yo también tengo mi aceras eternamente paralelas,
y estas puertas que veo son doblemente mías, puertas
por las que entro y salgo según a quien represente.
Hoy no las abro ni las cierro
ni las tapeteo llamándome a mí mismo. ¡Las recojo!,
las pongo a todos sobre mi hombro
y con mi carga comienzo a caminar…

Puertas que comprendo, ansias que las cruzan;
puertas que tropiezan, se atropellan y… caen,
puertas que acusan y señalan,
puertas que se cierran pesarosas como párpados cansados,
puertas que agonizan y gimen en la noche,
puertas de hojas flexibles como el amor,
puertas que dicen claramente: HAMBRE.

Entre la vida y la muerte media una puerta oscilante…
entre el dolor y la alegría una puerta entreabierta
(la hoja abierta es la del dolor y la hoja siempre cerrada es la de la felicidad),
entre el mundo del pensamiento y el mundo de la realidad
vacila una puerta giratoria,
entre el mundo de la razón y el mundo de los instintos
oscila una puerta tendida,
entre el día y la noche una puerta invisible,
entre Dios y los hombres una puerta infranqueable.

Los niños tienen una puerta pequeña
y los adultos una puerta grande,
las mujeres una puerta de flores blancas
y los ancianos una puerta de troncos cansados.

Hay quien tiene una puerta ornada y abierta a las estaciones.
De pie aguarda a la que se aproximará muy leve,
mirará en el interior, y en silencio
cerrará su puerta para siempre.





M F

La gramática española cuelga desde Europa
sobre mis Andes,
interceptando su sincretismo idiomático.
Sus grafías y fonemas, atacan con los caballos
y las espadas de Pizarro.
Mi lenguaje resiste, se refugia, lo persiguen,
lo desmembran.

En tantos siglos de guerra intercultural
todas las batallas hemos perdido.
Ellos tienen todos los elementos a su alcance:
su estado mayor en la real academia
y sus soldados intelectuales;
los nuestros, nada, un agrupamiento, pasivo
al modo tupacamaru segundo.

En mi choza ha caído la mano perdida del Manco de Lepanto
con vidrios, ácidos, alfileres
que contorsionan mi lengua
y sangran mi boca.




Ñ R

Las profesoras viajan a sus escuelas
y regresan en los autos de la tarde.
Lloran su tragedia:
¡tener que trabajar en el campo!


El viento aletea contra sus rostros de terciopelo
y el frío los quema, agrieta y encostra.
Lloran, una y otra vez, ante el espejo,
¡qué no harían por un traslado a la ciudad!

¡Educar indios, mirar indios, indios, indios, indios:
no comen ni duermen!

Tejen hermosas prendas. Las madejas dan color
a forma, edad y sexo.
La biografía ajena distrae sus días
y el martirio va mitigándose…

En la normal les dijeron
que cada profesor es un mundo distinto.
Les creyeron. Internadas en su universo,
cada una ciega, isladas y mudas
hoi no pueden relacionarse con un universo mayor.

Algunas son reasignadas a capital de departamento, provincia.
Furiosas y envidiosas, las que no lo fueron,
comentan la biografía de sus colegas:
“¡qué mérito pueden ostentar aquéllas, si entregaron el curriculum,
ante nosotras qué sólo lo hemos presentado?”

No lloran; ríen ante los espejos.
A los indios malvados, les han arrancado una cocinerita;
a las indias atrevidas, una muchachita;
a indios e indias muertos de hambre, unas amalas…
Posted by Picasa

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