lunes, diciembre 22, 2008

“La Liliku” de Juana Rosa Murguía


Walter Paz Quispe Santos

Dentro de los ejercicios de la memoria existe una que persuade, impele y despierta la sensibilidad de las personas hasta el tuétano más íntimo y donde el olvido no cabe. Se trata de la aventura de narrar historias recogidas de la tradición oral andina. Esos cuentos escrutados y contados con la complicidad del calor tenue que producían los fogones todas las noches en nuestras chozas y el fuego creador de la boca de nuestros abuelos -y a veces nuestros padres- que apelando a los vericuetos de situar, interpretar y esclarecer unas formas de ver el mundo y la vida en el altiplano, sencillamente nos consumían felices con esa azarosa e inquietante narrativa persuasiva hasta llegar a reflexiones moralizantes. Esa tal vez fue la experiencia que vivió Juana Rosa Murguía Sánchez que hoy nos obsequia un hermoso libro de cuentos denominado “Liliku, desde el ande” (Celestial muñequita de piedra) como testimonio de esos torrentes de conciencia colectiva.

Ciertamente, narrar historias de boca a oído, de oído a boca, de generación a generación, de memoria a memoria hasta formar una gran memoria sociocultural inmensa como parte de nuestra andinidad y nuestro andinismo literario fue uno de los propósitos de nuestros antepasados. Envolver y desenvolver, tejer y destejer, hacernos caminar por sus flujos y reflujos discursivos orales hasta completarnos en la identidad y la utopía, en el mito y el rito, la epopeya y la existencia. Juana Rosa cumple peregrinamente con ese designio. Sin duda una vocación mediadora cautivante cuando leemos por ejemplo Liliku que es un cuento que explica el origen de la vida con sus permanentes transmutaciones para la continuidad de la existencia y la alegría de las niñas.

Los demás cuentos siguen las mismas huellas de la caminata iniciada por “Qanchis Ñuñuyuq Mama” (Madre con siete senos), “Rukicha y Misk’i”, “Antawara y Nina Kurucha”, “Pukllay carnaval”, “papa kuru”, “Luli” y “Fruto de Pachamama” que son verdaderas andanzas por una ficción colectiva. La narrativa por donde nos conduce Juana Rosa nos hace recordar el reciente libro de Mario Vargas Llosa sobre Juan Carlos Onetti donde utiliza una frase memorable para introducirnos en la ficción: “retrocedamos a un mundo tan antiguo que la ciencia no llega a él y la que dice que llega no nos convence”. Sin duda esta frase parece un prolegómeno a este libro de cuentos de Juana Rosa porque ella consigue hacernos transitar por un mundo antiguo no contaminado por lógicas cientistas o ciertas racionalidades “narratológicas” encasillantes, sino por uno poblado de imágenes donde la realidad es parte de la ficción, es decir, unas formas particulares y permanentes de construcción del signo y símbolo, cuyos indicios hurgados en el mito y sus ritos nos conducen a mirarnos como en un espejo nuestro rostro desollado.

Finalmente, en este libro de cuentos Juana Rosa Murguía Sánchez, nos muestra su propio Liliku, es decir, su misma celestial muñeca de piedra; que le permite recrearnos en el juego de su palabra y en el juego de la ficción. Porque al leer los cuentos de este libro imagino a Juana Rosa sentada frente a su madre en una de esas tardes mágicas escuchándola y sobre todo jugando con su muñeca imaginaria de piedra que es la misma muñeca de la ficción con que nos hace jugar a nosotros.
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