sábado, octubre 07, 2006

Gitano es mi corazón.

 




Walter Paz Quispe Santos

Conocí a los gitanos por causa de una doncella que vi tomar todos los días el metro desde Badalona hasta el centro de Cataluña. Eran los días de la primavera mediterránea después de mi convalecencia de un accidente, y mucha pasión por causa de esa mujer roma a la que no conseguí interesar por más empeño que puse en las visitas por el barrio donde andaba con una elegancia y belleza turbadora. Fuera porque no me sentía capaz de poner orden aquella turbación o porque parte de mis proyectos no salieron como lo había planificado debido a mi quebrada salud que me internó en el Hospital del Mar. La historia que ahora voy a contar es un benévolo desquite de aquella frustración romántica e intelectual tras los últimos meses que pasé en Barcelona, y un homenaje al pueblo gitano que como muchos sólo conocía a través del estereotipo, esa visión sesgada de la realidad que muchos construimos por falta de acercamiento y verdadera práctica intercultural.

Mi visión sobre de los gitanos era aquella de seres errantes sin un lugar de residencia fijo en la tierra que se desplazaban de lugar en lugar, sacando la suerte a las gentes. Complementaban esa mirada los pequeños campamentos que muchas veces ellos levantaban a su paso por Puno a la entrada de la urbanización Chanu chanu, como si fueran pequeños circos en miniatura. Pero, mi persecución infructuosa a la hermosa joven gitana desenmadejó una historia matizada con algunas diferencias digna de toda una experiencia a contar.

Todas las mañanas me levantaba de madrugada con el vivo interés de ver a la muchacha romaní. Ella casi siempre tomaba el metro a las ocho de la mañana, y yo sabedor de su habitual rutina, lo esperaba faltando unos diez minutos en la boca del metro. Cuando de pronto se aproximaba a la entrada, yo me metía a la estación donde se espera el paso del metro. Allí a unos pocos pasos y a veces a centímetros espiaba y contemplaba su sonrisa encendida con hermosos aretes y un peinado colosal que hacían un juego perfecto con el vestido de colores vivos que traía puesto. Mis formas de llamar la atención no lo inquietaron en nada. Muchas veces lo seguía hasta el lugar donde ella abandonaba el metro y luego lo veía desaparecer en medio de la multitud de la gran avenida de las ramblas.

Este seguimiento fue un ritual por días enteros. No entendía por qué no prestaba atención a todas mis miradas seductoras que muchas veces le regalaban una flor imaginariamente. Pero cuando me atreví a entablar una conversación con ella fue cuando comprendí que no le estaban permitidos las amistades y amores con extraños. Yo era sin duda un extraño para ella, y darme un mínimo de afecto era quebrantar uno de los principios romas celosamente guardado por generaciones. Luego de muchas indagaciones sobre la historia del pueblo gitano pude saber que se enamoraban y casaban sólo entre ellos y que no permitían forasteros o foráneos, y menos advenedizos como yo.

Los gitanos son un pueblo con una cultura ignorada por el resto de la sociedad, sobre todo española. La mayoría de las instituciones tienen una concepción más social que cultural del pueblo romano –nombre con que prefieren ser llamados muchas veces-. La concepción personal de la vida, según me contó mi codiciada interlocutora se basa en parámetros legendarios de relaciones familiares interdependientes que constituyen sus leyes sobre los que giran la vida cotidiana romana. Según pude comprobar, ellos tienen un origen indio y europeo de concreción, y por supuesto tienen una proyección transnacional, por eso muchos escritores lo llaman los “verdaderos ciudadanos del mundo”. El origen indio del pueblo gitano – en concreto el nor oeste del subcontinente indostánico, que comprende las regiones de Punjab y Sinth, es rememorado constantemente por la mayoría de ellos. Algunos refieren que en el siglo IX los musulmanes invaden india y los indios que vivían los territorios nor occidentales de la península indostánica emprenden una odisea con dirección al oeste. La segunda migración se produce en el siglo XIII, cuando arriban los mongoles y el éxodo gitano fue masivo. Luego Grecia y Armenia fueron importantes lugares de concentración para luego diseminarse por todo el mundo.

El sistema de valores de los roma definen una forma particular de afrontar la vida. Son valores profundamente humanos el amor a la vida y la libertad, tanto individual como colectiva, el respeto a las personas mayores, la solidaridad con los que conviven, sobre todo ante la muerte de un semejante o familiar y el espíritu de la no violencia. La lengua que hablan es el romano, una lengua gitana universal, y dentro de ellos se encuentra el Kalo que es una de sus variantes dialectales.

El temor o la prohibición de enamorarse por un “desconocido” y otras culpas son abordados por un tribunal llamado kris, la función del cual consiste en determinar responsabilidades y sancionar la falta. Integran el tribunal los gitanos de más prestigio de la comunidad. Y lo que más me llamó la atención es el hecho de que las mujeres pueden estar presentes en la asamblea pero no participan de las decisiones. Las sanciones que aplican son desde la entrega de algunas sumas de dinero, la pérdida de reputación en la comunidad gitana hasta la expulsión.

Tienen algunos rituales y ceremonias tradicionales muy parecidos a las prácticas andinas, como por ejemplo, la celebración del nacimiento y adjudicación de un nombre (bávine) el bautizo (kristeñe) el funeral, las celebraciones de una virgen (Sláva), la bienvenida de honor a un gitano importante (pachíu) y el ritual del restablecimiento de la salud de un gitano enfermo (Kurvano) que continúan con el vigor y la vitalidad que sostiene la cultura gitana.

Sin duda los gitanos, -sobre todo la belleza romaní o gitana- ha inspirado a poetas y narradores como Cervantes y García Lorca, pintores o escultores como Romero de Torres, Zuloaga y Mariano Benlliure; cineastas como Rovira Veleta quien dirigió “Los tarantos” y a muchos músicos como Falla, Albeniz por citar nombres. Pero sobre todas las cosas si hay algo que te atrapa en las inmensidades de las emociones es sin duda la música del flamenco, con el particular parnaso gitano: Carmen Amaya, Sabicas, Manuel Torre, La Ñiña de los Peines, Antonio Mairena, Manolo Caracol, entre otros.

Estos fragmentos irregulares escrutados de la memoria de la guapa gitana cual descoloridos retazos de vida están poblados de muchos episodios y recuerdos tristes de dolor y xenofobia que sufre el pueblo gitano, y cuyo padecimiento motiva esta confesión que más que un cuaderno de viajes es un testimonio de solidaridad y también para expresar que mi corazón es gitano. “Amèntsa, amèntsa khetane thaj na korkore ke feri khetane sam zurale”.

Fuente: Los Andes. Posted by Picasa

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