sábado, diciembre 09, 2006

La lengua de los Qhwaz-zh zhoñi

 




Walter Paz Quispe Santos

Los Qhwaz-zh zhoñi, en la variedad Chipaya de la familia lingüística Uro, quiere decir “hombres del agua”; y es como se autodesignan los Chipayas para diferenciarse de los “hombres secos” o advenedizos aimaras, a quienes se les conocía y conoce con el nombre genérico de tozha que en Uro significa “extranjero”. La autodenominación es semejante y paralela a la que empleaban los uros del Lago Titicaca, que se consideraban a sí mismos qut-zh zhoñi u “hombres del lago” nos dice Rodolfo Cerrón Palomino quien acaba de publicar un monumental estudio titulado “El Chipaya o la lengua de los hombres del agua” (fondo editorial PUCP 2006).

El estudio nos ofrece por primera vez una descripción detallada y completa de la variedad Chipaya de una de las lenguas más antiguas del altiplano peruano-boliviano; y que para sorpresa de muchos investigadores aún cuenta con una comunidad lingüística reducida que lo habla actualmente en el pueblo de Santa Ana de Chipaya que está situado en la parte oriental de la provincia de Sabaya, a unos 200 kilometros de la ciudad de Oruro - Bolivia. Pero que en tiempos prehispánicos, era de uso general entre los pueblos lacustres y ribereños comprendidos dentro del eje acuático Titicaca – Poopó, los que estuvieron en contacto, sobre todo en la hoya del gran lago interior con pueblos de habla Puquina. Rodolfo Cerrón Palomino, además explica que a lo largo de su historia fueron sometidos por grupos de distintas lenguas, en especial puquinas, aimaras y quechuas, en ese orden. De manera que la lengua primordial, fragmentada a lo largo del eje lacustre, fue siendo absorbida gradualmente por tales idiomas, hasta no quedar en la actualidad sino dos variedades: el iru wit’u, en la naciente del Desaguadero, y el Chipaya, al norte del Salar de Coipasa, estando en virtual proceso de extinción irreversible, como aconteció en la primera mitad del siglo XX, con el ch’imu, hablado en la bahía de Puno, y con el uru-murato, de las riberas del Poopó.

Sobre el término “Uro” Cerrón sostiene que tendría un origen quechua, que significaría “insecto” o “bicho”, también “persona o animal de tierna edad”, acepción de sentido metafórico, en cualquier caso, aplicado el término a una persona mayor o a un grupo social, no podía tener sino un matiz despectivo. Esta designación guarda relación con la forma como eran llamados no sólo los pueblos originarios del lago sino también ciertos ayllus no reales del Cuzco; por lo que no se extraña de que haya pasado a ser una designación privativa y estereotipada como “bárbaro” e “indómito”, incapaces de tributar; y de allí, posteriormente, a todo pueblo que, en la colonia tenía una semejanza socioeconómica con ellos.

Me reservo el comentario y la reseña lingüística para una publicación especializada, pero atendiendo al interés informativo del diario “los andes” me permito compartir algunas palabras y oraciones del mencionado estudio que seguramente nos dejará pensando sobre los signos y sonidos con que se comunicaron y soñaron nuestros antepasados del lago y los que conservan aún viva la lengua uro.

Numeralia: tshii ‘uno’, pizk ‘dos’, chhep ‘tres’, paqpik ‘cuatro’, phisqa ‘cinco’, sujta ‘seis’, paqallaqu ‘siete’, kimsaqallaqu ‘ocho’, llatunka ‘nueve’, tunka ‘diez’. En esta parte Cerrón nos aclara que “al igual que en el puquina y el quechua, el sistema numeral del chipaya es decimal. Sin embargo, de los números cardinales del protoidioma, la lengua sólo retiene los cuatro primeros, mientras que los restantes fueron tomados del aimara” (pág. 104).

He aquí una muestra de la oración uro-chipaya:
Zhoñi ititi tan-chi-tra ‘el hombre atrapó una pariguana’
Paku-ki mizi tr’at-chi-tra ‘el perro mordió al gato’
Wer An-a-kiz t’anta thaa-u-tra ‘yo doy pan a Ana’

En el apéndice de la publicación existe una muestra textual uro sobre el relato cosmogónico del “Tata Sabaya y el Sajama” en una de las tantas versiones que circulan en el labio de los chipayas. Los personajes hacen referencia a los volcanes inactivos de Sabaya y Sajama:

“Hazi-ki wer tii kintu kint-a-tra Sajama-zh-tan tata Saway-zh-tan. Tuki timpu tii naka-ki thowthowa-ta-zh khi-ñ(i) khiy-la. Halla neqz-tan tshaa tur-a-kiztan ap-thap-z-t-qal-tra. Puku-Itan-pacha, nii-naka-ki naa tur-a-tan parli-ñi-ta-qal-tra. Tshii nooj puku-Itan zal-zhku qich-as-t-qal-tra naa tur-a-kiztan. Sajama-ki at-kiz trak-z-t-qal-tra: izhqi zat-chi-pacha. NSU-kiz tata Sawaya-ki zmali zhaju-z-t-qal-tra Sajam-zh-japa. Neqz-tan, tata Sawaya-ki zh-parli-t-qal-tra oqchapk-zh-tan. Nii oqchaka khi-t-qal-tra qos-uñ qhuya cuy-a-jo, nii Sajama t’es-zhin-z-japa. Halla nuzh manti-t-qal-tra nii tata Sawaya nii oqpachaka-nak-zh-kiz. Neqz-tana-ki, nii yuca phom-z-t-qal-tra. Ni-zhta-kiztan Sajama taj q’ol-z-t-qal-tra…”

“Ahora contaré el cuento del Sajama y el Padre Sabaya. En tiempos lejanos dicen que estos personajes eran bastante jóvenes. Fue entonces cuando se enemistaron por una joven. Coincidentemente, los dos habían entrado en tratos con la misma joven. Un día, encontrándose los dos, se habían peleado por ella. El Sajama se había dado un puñetazo en la boca del Sabaya, haciéndole zafar los dientes. A raiz de eso el padre Sabaya quedó sumamente enojado con el Sajama. Entonces, para vengarse, el padre Sabaya les habló a unos topos. Les pidió que construyeran una casa debajo del Sajama para que este se hundiera. Así les ordenó el padre Sabaya a los topos. Entonces, a causa de los tuneles, la tierra se hundió y el Sajama cayó, quebrándose la espalda…”

Sin duda, la publicación de Rodolfo Cerrón Palomino, complementa y aclara mejor los estudios iniciales sobre el Uro Chipaya de Alfredo Torero, publicados en la Revista Andina y su libro “Idiomas de los andes, lingüística e historia” (IFEA – 2002) y los estudios de Jean Vellard, Natham Wachtel, y otros investigadores que han contribuido al esclarecimiento del panorama lingüístico de la cultura andina.

fuente: los Andes Posted by Picasa

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