lunes, marzo 02, 2009

El ensayo en Jorge Florez Aybar




Walter Paz Quispe Santos

En su libro “Diez años de literatura puneña 1996-2006” Jorge Florez Aybar señala que “…la base epistemológica del universo andino se halla en las obras que se producen en los Andes, a veces, cargado de historias y testimonios, de mitos y leyendas, o simplemente de humanismo. Y sus proposiciones ideo-estéticas ahondan nuestra identidad cultural.” (Florez: 2006: 12). Sin duda esta afirmación conocida y compartida por muchos, nos conduce a ubicar sus ensayos en una legítima preocupación de la crítica literaria contemporánea: la de relacionar saber y literatura; es decir, responder a interrogantes de vieja data. ¿Es la literatura una forma de saber? ¿Hay un contenido de conocimiento en el texto literario? Si ello es así ¿como se puede determinar? En ese propósito existe ya una tradición en el país y la crítica literaria peruana ha desarrollado un frondoso y a veces temible dispositivo científico. Así tenemos estudios como los de Luis Rebaza Soraluz quien en “La construcción de un artista peruano contemporáneo” indaga sobre la poética e identidad nacional en las obras de José María Arguedas, Emilio Adolfo Wesphalen, Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo y Blanca Varela. Otro no menos interesante estudio es el de Juan Carlos Galdo quien en “Alegoría y nación en la novela peruana del siglo XX” analiza seis novelas de autores importantes de la literatura peruana: César Vallejo, Ciro Alegría, José María Arguedas, Mario Vargas Llosa, Manuel Scorza y Miguel Gutiérrez. La preocupación por las polifonías y las violencias simbólicas que dialogan y discrepan en los discursos para proponer alegorías nacionales y actitudes anti-sistema ha sido permanente en nuestra crítica hasta el último trabajo de Mauro Mamani quien en sus “Poéticas andinas – Puno” explica los itinerarios seguidos por los autores de la literatura puneña.

Jorge Flórez Aybar en sus libros como “La novela puneña en el siglo XX” (1998), “Literatura y violencia en los andes” (2004) y “Diez años de literatura puneña: 1996-2006” (2006) produce conocimientos relativos a las realidades estéticas y artísticas cuyos destinatarios se encuentran entre quienes participan en la producción, distribución y de consumo de obras literarias en Puno y el país, esto es, una aproximación a la comprensión de los discursos literarios cuyas tensiones nos permiten conocer los conceptos que sostienen la sensibilidad y nuestros modos de consumir discursos literarios; conceptos que hoy zozobran por todas partes del mundo, después de siglos de haberlos impuesto la cultura occidental y la academia como los únicos válidos. Las modas y las escuelas han madurado y en parte caducado. Lo importante de los estudios de Jorge Flórez es que no se sujetan a esas acostumbradas y muy manoseadas tendencias que la crítica limeña usa como modelos teóricos en su afán de hacer encajar o encasillar la complejidad del discurso literario puneño y peruano. Estas formas muy americanas de analizar la producción literaria, en parte tributarias de las ciencias sociales practicadas en estos países anglosajones, son suicidas con la diversa y compleja realidad heteróclita de nuestros escritores de los andes y la Amazonía. Sin duda esta ausencia se debe a que en los estudios literarios no hay una adecuada y meditada aproximación para procesar la producción literaria nacional. Por eso estudiosos como Juan Acha nos proponen las tareas de la crítica de arte como parte de la sociología y no como una rama de la literatura. Sólo así dejaremos de tener “críticos” que entienden las tareas de la crítica como un acto judicial que llevan a cabo con los poetas, novelistas, ensayistas para señalarles sus defectos y méritos de sus obras.

Jorge Flórez Aybar en sus ensayos logra situar al escritor peruano y puneño en un proceso histórico determinado, lo vincula con su praxiología que vertebran su entorno sociocultural, porque no existe literatura que se produzca al margen de los grupos sociales o de un contexto cultural que le confiera sentido. En esa perspectiva las mediaciones que produce Jorge Flórez Aybar en su ensayística no desdeñan ningún aporte sino que los integran en una mirada mayor, en una dialéctica seguramente desbrozada desde la mitología idealista de Hegel y de la construcción del materialismo histórico, hasta las más avanzadas formas de antropología clásica y moderna. Pero también aceptando lo que podrían ofrecer las sociologías de los estamentos weberianos, la sociología del conocimiento, la lingüística cognitiva, los métodos formales, el psicoanálisis o el poscolonialismo. Nada debe soslayarse si se quiere llegar a comprender la complejidad del discurso literario.
Si miramos los alcances de la crítica en el discurso producido por Flórez Aybar en sus propios mecanismos de autocontrol podemos determinar que la misma para él es siempre un juicio ideo-estético, o sea una separación momentánea de la conciencia valoradora y el objeto valorado, la crítica también es negatividad, o sea extrañeza y negación dialéctica de la obra analizada y criticada, por medio de la ruptura de lo evidente e inmediato. También es un proceso que lleva al objeto criticado hasta hacer “estallar” el objeto mismo produciendo una alteración cualitativa.

En “Literatura y violencia en los andes” observamos meditaciones sobre la violencia en nuestro país a partir de una periodificación de la literatura en el Perú. Se trata de violencias simbólicas, de desencuentros de discursos dominantes con otros contradiscursos, textualidades cuyos textos siempre producen contratextos, porque los signos de un individuo y una comunidad son sanos en cuanto ofrezcan una sistemática y permanente posibilidad de mejoramiento; se tornarán patológicas si presentan una resistencia a tal corrección o mejora. En ese sentido, en una sociedad cuando el texto tiene claramente marcada su finalidad, ofrece las herramientas para cumplirla y permite operar sobre los discursos literarios de periferia que funcionan como redundantes respecto de la textualidad. A veces los discursos literarios marginados aprovechando de la debilidad de la textualidad dominante de la cual son subproductos, pueden convertirse en alternativos, es decir, adquirir la categoría de contratexto. “Literatura y violencia en los andes” es la explicación de no de esas estructuras sino de la función estructurante que cumple la literatura como contratexto.

Dentro de la totalidad sistemática de la historia peruana, toda vida humana es práctica significante. El andino es un sembrador de signos históricos (y por lo mismo también su descifrador). Por ello, en cualquier estudio donde se trate de signos, hay que leer, después de atravesar todos los filtros que hubiere menester, la Historia, como aquella totalidad. Aunque no siempre hubo literatura en toda la historia, pero siempre hubo práctica literaria en toda la historia. Este es el presupuesto que sigue Jorge Flórez en sus ensayos. La historia zonal de la literatura, a su vez muestra un vaivén impredecible en que lo literario aparece, desaparece, está en el centro o a un costado del discurso social. Esto es lo que ocurre en la actualidad sobre todo en el surandino. El escritor andino, último artesano solitario de la sociedad agraria, industrial o de la información, debe hacerse cargo de esta marginalidad si pretende medir el alcance de su labor. Un alcance a menudo sorpresivo, como se encargan de demostrarlo los best sellers y las prohibiciones, es decir los textos y contratextos.
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