sábado, marzo 05, 2011

Escuelas depresivas e hiperactivas


Walter Paz Quispe Santos

Ahora que inician las labores escolares, es importante reparar en un aspecto que tiene mucha importancia en el desarrollo de la cohesión profesional y personal de los educadores y educandos, pero que se le presta poca importancia. Me refiero al factor humano. Ciertamente que la infraestructura, el material educativo, los laboratorios y otros son necesarios para los procesos pedagógicos, pero hay algo que determina el éxito o fracaso escolar y es el ser humano, es decir, los educadores y educandos, y por su puesto los padres de familia.

Cuando se consulta sobre la confianza que tienen los estudiantes a sus profesores, estos responden que no confían en ellos, lo mismo sucede con los educadores frente al liderazgo del Director del Plantel, o los padres de familia respecto a las tareas pedagógicas del educador o educadora. El caso de los docentes frente a las UGELs es patético. Nadie confía en nadie. Y la educación no puede estar cimentada en relaciones de desconfianza. Agreguemos un dato muy preocupante que año a año esta presente en las instituciones escolares: las relaciones humanas y profesionales están rotas, partidas, divididas por intereses de grupo y los perdedores de este clima institucional adverso son los estudiantes.

El factor humano es decisivo para estimular o frustrar el cambio de las instituciones educativas. El líder asertivo los toma como prioridad uno en sus decisiones. El nivel de energía es bajo. La gente con la que entra en contacto parece cansada y falta de ánimo. No se observa ajetreo ni conversaciones entre los colegas, hay pocas risas, aunque eso si en ocasiones se percibe cuchicheos. Se siente la sensación de que la gente está contando los minutos que le faltan para que termine la jornada. Si siente pasión por algo no es por los productos o los estudiantes.

Hay escuelas depresivas con un ambiente con tedio, no tienen sentido ni dirección, vagan sin objetivos comunes, lentitud general, incapacidad para tomar decisiones, sentimiento de inadecuación, falta de motivación o de energía y la sensación de que nada importa. También existen escuelas hiperactivas lanzan a una actividad frenética, que consumen cantidades de energía pero solo logran pequeños éxitos, saltan de una cosa a otra sin darles continuidad, la gente se siente agotada, maltratada, y estresada. El esfuerzo que realizan no equivale al éxito que consiguen.

Existe también escuelas al estilo de Sísifo, depresiva e hiperactiva al mismo tiempo. Es una extraña combinación de depresión e hiperactividad. La gente se encuentra descontrolada, demasiados centrados en ellos mismos, hay demasiada gente trabajando con cosas equivocadas. La institución educativa pierde credibilidad. Los trabajadores se hacen resistentes al cambio

Las formas de salir de este estancamiento son que las instituciones deben reconocer con humildad suficiente que están estancadas. Hay que preguntarse qué convicciones y comportamientos desfasados prevalecen en nuestra organización y nos impiden concebir o ejecutar una estrategia ganadora. Ningún director (a) líder enamorado de la rigidez y de la normalidad podrá cambiar la organización.
¿Qué queremos que sea la institución educativa?, ¿Qué creemos que es posible alcanzar? ¿Qué consideramos necesario?, ¿podemos conseguirlo?, ¿Cómo trabajaremos juntos?, ¿cómo podemos convertir este grupo en un equipo efectivo?, ¿qué espera la Escuela o colegio de nosotros?,¿Cómo y cuando sabremos si las cosas funcionan?

El contrato del comportamiento que deben suscribir los docentes son ¿Cuál de mis comportamientos abandonaré, iniciaré o cambiaré?, ¿Qué es concretamente lo que estoy dispuesto a hacer?, ¿Cómo lo sabrán los demás?, ¿De que manera puede uno sabotearse a sí mismo?, ¿Qué gano yo con todo esto?

Ojala la agenda escolar del presente año tenga como prioridad uno las relaciones humanas entre todos los actores educativos y que estos sean motivo de una aproximación humana, existencial, escolar, profesional y de permanente comunicación y salud.