miércoles, julio 13, 2011

MACHU PICCHU




Omar Aramayo

Machupicchu es eterno, tiene la eternidad de la piedra; no tiene cien años, no la episódica caducidad de una celebración que el marketing del sistema reclama para retroalimentarse. Machupicchu no necesita de homenajes, son los seres humanos en su ufanía y en su especulación que organizan estas barbaridades. Barbaridad de barbarie. Es incuestionable que los recursos naturales e históricos permitan a los peruanos mejores condiciones de vida, pero no de esta manera.

Cuando Pachacutec construyó Machupichu en el siglo XIII o XIV, tenía un aforo para trescientas personas, ahora la visitan hasta dos mil al día, y se proyecta la de cinco mil personas, en flagrante sobre explotación del recurso que amenaza a la eternidad de la piedra. Pero eso no es todo, es la celebración de mal gusto que acaba de concluir, felizmente. Aquí la cereza, la roja cereza de la vergüenza.

Lucho Llosa, el peor cineasta norteamericano (inscrito en los registros del país del norte, con sus películas consideradas en su ranking anual como las peores, Anaconda) fue el encargado de presentar a la ciudadela con una iluminación de discoteca.

No se vio a ningún heredero de quienes construyeron ese generoso recinto, generoso para los ajenos, mezquino para los quechuas de hoy. Grupos musicales maravillosos hay en el Perú, por ejemplo Arcoíris, pero tenían que traer en exclusiva a un grupo chileno, que ya hizo lo suyo en su época y que consiguió una promoción que ningún grupo nacional puede conseguir y que en Chile no tendría cabida alguna. Un refrito, no un clásico.

Se hace pensar, con este rarísimo happy berthay (sic) y a través de los medios de comunicación, a peruanos y extranjeros, que el canto de Neruda es el único o el mejor poema dedicado a la filigrana pétrea, no es verdad, tenemos la mano desasida de Martin Adán, que es un lujo de la palabra, el gran poema de Alberto Hidalgo, el poema en quechua de Kilko Waraka, el de Luis Nieto, y el de Mario Florián, entre los más importantes, pero sobre todo el de Adán.

El folklore que se exhibió fue uno de segunda generación, para el ojo gringo, para la compostura light. ¿No hay sitio para lo original, para lo auténtico, para la cultura honda, la verdadera? No. Dentro de la tropelía diaria viene mucha gente culta preparada, con ganas de saber, de ver lo genuino, aunque los organizadores no lo creen, por eso mistifican la cultura nacional.

¿Cuánto daño produjo esos ruidos y colorinches al frágil ecosistema de Machupicchu? ¿Cuánto a la cultura peruana? ¿Cuánto se agravio y se agravia al pueblo cusqueño?

Ricardo Vega Llona, poderoso industrial y comerciante, presidente de la comisión organizadora, dijo que Machupicchu sería la estrella que iba a brillar en la celebración. Con toda seguridad, no ha sido así. Machupicchu ha sido nuevamente un botín, no tanto como lo fue hace cien años. Sería interesante, si alguien trata de desmentir la versión anterior, que el señor Vega Llona transparente los costos del programa de marras. Y con todo respeto ¿Cuál es la relación del industrial Vega Llona con la cultura? ¿Cuál su relación con el medio ambiente?

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