viernes, noviembre 04, 2011

La experiencia de Educación de Jóvenes y Adultos en Cuba



Walter Paz Quispe Santos

Nuestro país en el tema de la erradicación del analfabetismo no ha conseguido mayores logros por la incapacidad de los técnicos afincados en el Ministerio de Educación y el manejo político que se le ha dado al margen de los intereses y necesidades de los jóvenes y adultos, por eso me permito reseñar la experiencia cubana de la educación de adultos. Recuerdo muy bien la promesa del ex presidente regional Fuentes quien prometió erradicar el analfabetismo en cuatro años tomando como modelo la experiencia cubana. Y no hace poco el Ex Presidente Garcia con mucho atrevimiento erradicó como en las novelas de la literatura mágico maravillosa el analfabetismo, nada más falso. Veamos el caso cubano.

La experiencia cubana de alfabetización, atesorada a partir de la Campaña realizada en 1961, constituyó una difícil conquista y sus resultados fueron el fruto de la organización y de las técnicas y métodos de trabajo empleadas en su ejecución.
La UNESCO, en su reporte titulado "Métodos y medidas utilizadas en Cuba para la supresión del analfabetismo" precisa que su éxito fundamental estuvo en que supo interpretar y guiar la aspiración del pueblo al progreso, al desarrollo cultural, técnico y social, así como integrar la educación obrera y campesina al movimiento y al auge económico.
Su ejecución se vio favorecida por tres aspectos fundamentales: la unidad lingüística, la densidad de la población y el clima.
Ella se limitó, a partir de las condiciones concretas del país, al primer grado de alfabetización, a los rudimentos del alfabeto, al cálculo y la lectura-escritura de frases simples; su organización-horizontal se efectuó a través del trabajo de los alfabetizadores, en ella participaron más de 260.000 alfabetizadores voluntarios (estudiantes, obreros, maestros, profesionales, entre otros) y se empleó con fines de persuasión y propaganda la radio y la televisión.

Todo ello le confirió a la campaña un carácter eminentemente popular. Con ella la educación llegó a los lugares más alejados y en la medida en que se emprendía un objetivo y se lograba una meta, se perfeccionaba el método de actuación. Su secreto radicó en el establecimiento de un proceso comunicativo eficiente, donde las relaciones humanas, y por sobre todas las cosas, las relaciones entre alfabetizadores y alfabetizados se convirtieron en agentes socializadores de la campaña y para la campaña.

Posterior a la Campaña de Alfabetización, en la cual aprendieron a leer y escribir más de 707.000 personas, se organizaron cursos de seguimiento para los recién alfabetizados, surgiendo así la Educación Obrera y Campesina que tuvo como objetivo primordial sistematizar la enseñanza de adultos y elevar el nivel escolar y cultural de los obreros, campesinos y amas de casa.

Otras medidas que apoyaron el seguimiento fueron: la preparación intensiva y emergente de maestros populares para enfrentar la escolarización masiva de niños y jóvenes y el inicio del plan masivo de becas, este último propició el acceso de miles de jóvenes procedentes de las zonas más intrincadas del país a la educación general media y media especializada.

La educación de adultos asumió, por tanto, la superación de los adultos sub-escolarizados, de trabajadores, campesinos y amas de casa. La batalla por el sexto y noveno grados facilitó la superación masiva de la población adulta activa del país y por ende, la elevación del nivel de escolaridad de ella. Alfabetización fue sinónimo de cultura y soberanía: una campaña sin distinción de razas, sexos ni edad. Para vencer en la gran batalla contra el analfabetismo se esgrimieron dos armas fundamentales: la cartilla "Venceremos" y el manual "Alfabeticemos", elaborado por la Comisión Nacional de Alfabetización.

La cartilla se contextualizó, rompiendo así con prefijados dogmas de enseñanza. Ello facilitó el empleo de nuevos métodos, como por ejemplo utilización de textos adecuados al alumno donde se reflejaba la realidad nacional y que tenían como propósito crear un lector con plena vigencia social y cultural. Se excluyeron de la cartilla las letras poco utilizadas en nuestro idioma; la enseñanza práctica de la aritmética atendió siempre a la realidad de la zona donde vivía o trabajaba el alfabetizado; no se empleó el deletreo y la enseñanza de las letras fue gradual y no preestablecida, según las necesidades de aprendizaje de los estudiantes. La enseñanza fue individualizada, lo que garantizó el enfoque personológico de la misma.
La edición de una revista, según el tipo de analfabeto y el tipo de lector, fue uno de los aportes de la campaña, ya que propició nuevas lecturas asequibles al conocimiento del alfabetizado con textos cortos, amenos y adecuados. El resto de los documentos editados sirvieron para apoyar la cartilla y el seguimiento al trabajo de alfabetización.

Para Cuba lo que fue una cartilla y seguimiento se convirtió en un sistema de educación de adultos, en una rueda cultural que comenzó para no detenerse nunca más. Fue el pilar fundamental de nuestra educación popular, que derivó en una concepción dialéctico-metodológica sustentada en un conjunto de prácticas educativas con intenciones que van más allá del aprendizaje o transmisión de conocimientos y valores, sino que supo poner en primer plano la defensa y autonomía del hombre y su capacidad creadora a partir del análisis crítico de la realidad.
La Campaña de Alfabetización fue un proceso donde se planificó, se sistematizó y se evaluó la educación y hoy constituye una cantera de experiencias pedagógicas para estudiar métodos organizativos, medios de propaganda y formas de coherencia y unidad entre todos los factores involucrados en la misma

1 comentario:

John Montañez Cortez dijo...

Like it a lot!
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