domingo, abril 03, 2011
Relaciones entre culturas.
Walter Paz y Josef Estermman
Josef Estermman
A lo largo de la historia de la humanidad, las culturas y expresiones culturales han estado sujetas a las relaciones de poder político, económico y militar. Como “sistema de sentido”, las culturas muchas veces han sido instrumentos de conquista, subyugación y exterminio en las manos de emperadores, conquistadores, ejércitos e invasores. Por lo tanto, se han producido”jerarquías” de culturas, debido al contexto histórico concreto.
Un ejemplo completo de tal jerarquía cultural en tiempos antiguos es la superposición de la “cultura romana” en relación con los pueblos llamados “bárbaros de Europa del Norte (germanos, normandos, celtas, galos, etc.). En Abya Yala, antes de la llegada de los conquistadores, se produjo la predominación de la “cultura incaica “por sobre las culturas conquistadas (tiwanakota, wari, puquina, uru, etc.). Y, para tomar ejemplo contemporáneo no-occidental, en la China actual, se manifiesta la supremacía de la cultura han sobre las culturas subalternas (ugura, mongola, tibetana y otras).
Las relaciones entre diferentes culturas en realidad casi nunca se dan en forma simétrica u horizontal, sino casi siempre con una tendencia a la asimetría y verticalidad, debido a los juegos de poder que tienen que ver con factores económicos, militares y religiosos. Son estas relaciones asimétricas que dificultan mucho un verdadero diálogo intercultural.
Vamos a diferenciar a continuación distintas formas de dominio cultural y las ideologías que lo sostienen.
Multi- o pluriculturalidad
El concepto de “multiculturalidad” (o pluriculturalidad”) afirma, en un primer momento, simplemente la existencia de “muchas” (multus: latín para “mucho) o “varías” (pluris: latín para “vario”) diferentes culturas en un cierto ámbito geográfico o político (por ejemplo en un país). Siempre han existido muchas culturas sobre la faz de la Tierra, pero lo novedoso es la toma de conciencia de la pluralidad de culturas en un mismo espacio geográfico. En América Latina, hasta los años ochenta del siglo pasado regía la idea de una cierta homogeneidad cultural (y religiosa), defendiendo la identidad cultural del continente como “mestiza” o “Latina”.
La emergencia de los pueblos originarios de Aya Yala y los pueblos afrodescendientes viene a cuestionar esta homogeneidad cultural o “monoculturalidad”.
El reconocimiento de la Multi-o pluriculturalidad- tal como fue integrada a la Constitución Política del Estado boliviano en su modificación de 1994- ha sido un paso importante hacia la interculturalidad plena, pero como tal no va más allá de la simple constatación de la existencia paralela de distintas culturas en el territorio nacional. La posmodernidad asume justamente el discurso “monoculturales” de la modernidad occidental. Pero tampoco plantea la cuestión de las relaciones entre culturas, ni las múltiples intersecciones, hibridaciones y choques. En una “sociedad multicultural”, sin que haya un encuentro, intercambio o diálogo. Hasta la sociedad racista del apartheid sudafricano era “multicultural”.
Monoculturalidad
El concepto de “monoculturalidad” se basa en una identidad cultural nacional única, a la que tiene que someterse todas las demás identidades culturales ( si las hay o si son visibles). La “monoculturalidad” se puede se puede dar en diferentes niveles: Regional, nacional y mundial. Los estados nacionales trataron, a la hora de constituirse, de definirse en base a una ideología nacional que se precisa por una serie de normas (griego para “uno solo”): Una lengua, un sistema económico, un sistema jurídico, un régimen central y una sola cultura. En los países latinoamericanos surgidos de la colonia, se seguía después de la independencia política con una supuesta identidad “mestiza”, “criolla” o “latina”, en desmedro de muchas culturas invisivilizadas o marginadas. Además, se implementó una identidad nacional (en el sentido del estado nacional) artificial, tal como la bolivianidad, peruanidad, chilenidad, secundada por la educación y el uso de los símbolos patrios.
A nivel mundial, la “monoculturalidad” sólo puede sostenerse mediante un proyecto económico, político y militar globalizante.
En nuestra era de la globalización económica y mediática, una “cultura del mercado” difusa intenta imponerse a todas las culturas existentes, muchas veces mercantilizando a las culturas subalternas dentro de su lógica neoliberal y consumista.
Supra-o metaculturalidad
El concepto de “supraculturalidad” (del latín supra: “encima”) o “metaculturalidad (del griego meta: “encima”; “más allá”) pretende establecer la universidad de ciertos valores, normas, significados y verdades, recurriendo a un “mundo” más allá de cualquier determinación cultural, es decir: Por encima (supra o meta) de toda cultura particular. Así se presenta a los Derechos Humanos, en su Declaración Universal de 1948, como valores que tiene vigencia y rigidez más allá de cualquier tradición cultural y civilización. Se trata de “verdades” meta-física y esenciales (tal como la idea platónica o el dogma cristiano) que no pueden ser transformadas ni modificadas por una cierta cultura.
Si bien es cierto que siempre fueron sostenidas verdades “supraculturales”, éstas normalmente han sido declaradas y definidas como tales por una cierta cultura, normalmente la dominante. La idea del ser humano, tal como ha sido definida por la filosofía grecorromana y perpetuada por la tradición cristiana, refleja, sin embargo, un sesgo cultural determinado: se trata del “ideal” masculino, adulto, sano, heterosexual y libre. Los Derechos Humanos en su Declaración Universal de 1948, reflejan un espíritu liberal e individualista, espejo de una tradición filosófica particular.
La supra o metaculturalidad “resuelve” el problema de la universalidad o universalización de ciertos valores, verdades y significados por el recurso a un a priori humano y lógico (la llamada “filosofía perenne2), sin tomar nota de la “culturalidad” misma de este supuesto a priori, consecuencia: Se llega a universalizar o hipostasiar (elevando a una esencia más allá de tiempo y espacio) una cierta cultura particular, en desmedro de un sinnúmero de respuestas alternativas a la misma cuestión. Respecto a la filosofía, la tradición occidental se ha concebido ( y lo sigue haciendo) no sólo como la dominante o mejor, sino como la única y universalmente válida. Su afán supra- o metacultural se expresa en el rechazo de asumir su propia contextualidad cultural, considerando expresiones como “teología occidental” como tautológica y “filosofía indígena” como contradictoria. Cuando, por ejemplo, se empieza a hablar de “teologías o filosofías contextuales”, occidente se excluye y se refiere a teologías, filosofías no-occidentales, como si la propia teología o filosofía no fuera contextual.
Superculturalidad
Este concepto establece una jerarquía entre las culturas existentes, de modo que una cierta cultura se siente “mejor” y “superior” (del latín súper: más que; por encima de) en comparación con las demás culturas. La “súper-cultura” domina a las demás que son consideradas “sub-alternas”.
El proceso por el cual una cierta cultura (o civilización) llega a un dominio hemónico sobre las demás, no tiene que ver en primer lugar con una “superioridad” intrínseca, sino con procesos políticos, económicos y militares. La súper – cultura en la antigüedad occidental fue la griega, seguida por la Romana, pero al mismo tiempo había ya un súper – cultura China en un ámbito geográfico todavía incomunicado. La súper- cultura pre- colonial en los Andes fue la incaica, pero al mismo tiempo existió en Mesoamérica, por ejemplo, la súper- cultura maya.
Recién en la era de la modernidad occidental y su expansión mediante el colonialismo, una sola súper- cultura la occidental supo imponerse, secundada por las ciencias, la tecnología, la religión y el ejército. A través de la globalización neoliberal que empieza en los ochenta del siglo pasado, impulsada principalmente por EE. UU., una nueva “súper- cultura” empieza a dominar; a este se suele llamar la “cultura” del consumismo, hedonismo e individualismo norteamericano, o simplemente la “cultura coca-cola” que corresponde a una súper –potencia económica y militar.
Sin embargo, hoy en día apreciamos muchos indicios de una crisis profunda de esta súper-cultura.
La ideología de la “superculturalidad” sostiene el carácter jerárquico y asimétrico de las relaciones entre culturas; no puede haber equidad y simetría cultural, porque haya “mejores” y/o “peores” culturas, lo que se traduce- en ideología del desarrollismo- en culturas “avanzadas” y culturas “retrógradas”. En el supuesto “choque de civilizaciones” (Samuel Huntington), la “civilización occidental” avanzada se ve frente a una “civilización musulmana” retrógrada (en Afganistán se habló de una cultura “bárbara”). Lo mismo se puede ver también en muchos de los países latinoamericanos: Una élite blancoide y mestiza viene defendiendo la “superioridad” de la cultura occidental (ciencia, tecnología, religión) frente a las culturas indígenas consideradas “anticuadas” y “primitivas”.
Transculturalidad
El concepto de “transculturalidad” (de latín trans: más allá de; por medio de) toma en cuenta los procesos históricos de cambio y transformación culturales. Una cultura real es el resultado de múltiples superposiciones, interferencias, modificaciones, negociaciones, selecciones y reestructuraciones de elementos culturales diversos que llevan a una “hibridación” Cultural. Las culturas de ayer se han “trans-cedido” hacia las culturas actuales, y las culturas de hoy va a “trans-ceder” hacia culturas inéditas.
La llamada “cultura occidental”, por ejemplo, es el resultado “trans-cultural” de la cultura grecorromana (helénica) y judeo cristiana (semita), y la “cultura andina” actual es el efecto “transcultural” de una cultura pre-colonial inca tiwanakota-wari-pucara y la cultura hispana Europea. En el proceso de “transculturación”, puede haber mecanismos de violencia y dominación como en el caso de América Latina-, pero también pueden darse ejemplos de un proceso más o menos orgánico (como las subculturas de las “tribus urbanas”).
Cada cultura existente, por más pura que se crea, ha pasado por procesos de “transculturación”. Y este proceso no se detiene, aunque nadie sabe cómo van a ser estos procesos en el siglo XXI. Lo que era lo andino en tiempos pre-coloniales, no es lo “andino” de hoy día y seguramente lo “andino” de mañana va a diferir tanto del uno como del otro.
Si el proceso de transculturación se articula con el intercambio y diálogos interculturales, se suele hablar de un proceso de “inter-transculturación”.
Etnocentrismo
Antes de pasar a esta profundización, es preciso decir algunas palabras sobre un concepto que se usa últimamente con mayor frecuencia y énfasis. La palabra “etnocentrismo” (tal vez mejor hablar de “culturocentrismo” o “centrismo cultural) quiere decir que una cierta filosofía, concepción del mundo, religión e ideología se apoya para su validez en la perspectiva de una “etnia” (pueblo; nación) determinada e interpretada todos los fenómenos desde este punto de vista peculiar.
En principio, todos y todas tenemos nuestra perspectiva cultural de origen. Juzgamos entonces los fenómenos que se nos presentan dentro de los parámetros culturales propios. Como andinos/ as nos parece “raro” que los/as hindúes no se dan la mano ni se abrazan, que las y los musulmanes no coman carne de cerdo y que las wawas de los/as Europeos /as no duerman con sus padres. Este “asombro” por la alteridad cultural puede convertirse en una postura culturo- o etnocéntrica 8que pone al centro la propia cultura y/o etnia), cuando empezamos a emitir juicios de valor: “lo nuestro es mejor que lo otro”.
Existen muchos tipos de “etnocentrismo”, empezando por un eurocentrismo u occidentocentrismo aún fuertemente presente, incluso entre miembros de culturas no –europeas. Por la formación “eurocéntrica” de gran parte de la población de América Latina, hemos hecho “nuestro” el punto de vista ajeno, nos hemos llenado de “introyectos” foráneos que determinan a la hora de nuestros juicios de valor. Este tipo de “alienación cultural” conlleva tradiciones culturales, una suerte de apostasía cultural, sobre todo en las relaciones inter- generacionales.
Pero también hay etnocentrismos regionales, tal como, por ejemplo, la exaltación de una identidad “camba” o “colla” y una lectura totalmente sesgada de la realidad multicultural de Bolivia. Existen un etnocentrismo Chino que exalta la etnia han, un etnocentrismo hindú del movimiento hindutva, un etnocentrismo ruso frente a las minorías no-rusas de la Federación Rusa, etc.
Ejemplo de dos culturas de tipo ideal
Culturas individuales Culturas colectivas
Identidad a través de “Yo”. Identidad a través del “nosotros”.
Objetivos individuales. Objetivos grupales.
Lo que ocurre entre individuos tiene prioridad. Lo que ocurre en el grupo tiene prioridad.
Interacción voluntaria. Interacción obligatoria.
Liderazgo de personas. Liderazgo del grupo.
Mundo occidental nor-atlántico Mundo indígena, árabe, africano, asiático.
Intraculturalidad
La intraculturalidad no tiene que ver con relaciones entre diferentes culturas, sino con relaciones y características dentro (intra: latín para adentro, dentro de) de una misma cultura. La gran mayoría de relaciones que entablamos en nuestras vidas, son intraculturales, salvo en el caso que somos inmigrantes de otra cultura o viajamos con gran frecuencia a lugares de contextos culturales distintos.
Las relaciones intraculturales normalmente no encuentran los problemas que se nos plantean en contextos interculturales. El ámbito de la intraculturalidad no es coextensivo con fronteras nacionales, ni con un territorio geográfico, sino tiene que ver con una cierta identidad cultural (por ejemplo la quechua) que puede ser trans-nacional (desde Colombia al norte de Argentina). Las relaciones intraculturales se sirven normalmente de un idioma común, de códigos culturales. Eso suele ocurrir cuando no todos los miembros comparten los valores y las costumbres considerados “esenciales” de la cultura en cuestión y hacen el uso del derecho a la “disidencia cultural”. Una persona de procedencia europea, por ejemplo, puede compartir, en general, los valores culturales de la tradición europea (la ilustración, el pensamiento democrático, la emancipación de la mujer), pero puede “disentir” respecto a la identidad religiosa y convertirse en monje budista. O una persona indígena aimara puede compartir los ritos andinos y su espiritualidad, pero emplear una relacionalidad altamente capitalista a la hora de realizar negocios.
Interculturalidad
Por fin el concepto de “interculturalidad” (de latín inter: entre) presupone la multi-y transculturalidad y ofrece otro modelo de “universalidad” que no sea supracultural. La “interculturalidad”- de la que trata el presente trabajo – describe relaciones simétricas y horizontales entre dos o más culturas, a fin de enriquecerse mutuamente y contribuir a mayor plenitud humana. En esta ocasión, no vamos a profundizar más el concepto que nos ocupará en los siguientes capítulos.
Resumen
En ningún momento de la historia, alguna cultura se ha quedado estática o pura, o suspendida en el tiempo. Las diversas culturas han estado siempre en contacto de algún modo u otro. Esta materialidad de las relaciones culturales ha dado lugar a cierta clasificación de las formas asumidas históricamente:
• Multiculturalidad, primer momento de percatarse de la diversidad cultural.
• Intraculturalidad, cuando hablamos de relaciones hacia dentro de cada cultura.
• Etnocentrismo, del punto de partida privilegiado para cada cultura de acercamiento a las otras.
• Transculturalidad, cuando las culturas devienen en el tiempo hibridándose por el contacto con otras.
• Metaculturalidad, actitud de encontrar verdades metafísicas válidas para todas las culturas, aun sabiendo que son miradas particularísimas de una sola cultura: como los DD. HH.
• Superculturalidad, cuando una cultura avasalla a las otras por meritos que se consideran intrínsecos a ella cuando en realidad con políticos militares coyunturales.
• Monoculturalidad, cuando es una sola cultura la que hegemoniza sobre otras: como en la constitución de las naciones modernas.
• Interculturalidad, cuando el encuentro implica enriquecimiento mutuo.
Tomado del libro "Interculturalidad" de Josef Estermman
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