viernes, julio 20, 2007
El estereotipo aimara: tratamiento parcial de una cultura.
Walter Paz Quispe Santos
Hay una mirada sesgada, miserablemente ignorante, desmesuradamente roma que hoy se practica en algunos medios de información limeña y regional sobre la realidad de los aimaras. Se trata del estereotipo, un saber de segunda mano, que anquilosada en el modelo mental e ideología de algunos comunicadores sociales se traduce en algunos reportajes televisivos, radiales y escritos. Se trata de una manera de pensar mediante clichés que designan las categorías descriptivas simplificadas basadas en creencias y en imágenes reductoras, por medio de las cuales se califican a las personas de otras culturas como los aimaras desde los prejuicios.
Por ejemplo en el programa reporte dominical de Frecuencia Latina se propaló un reportaje denominado la “rebelión del suyo” donde se presenta a los aimaras como rebeldes, violentos, borrachos, extremistas, sumidos en la peor pobreza, sin patria ni destino. Una forma peculiar de preconceptualizarlos rígidamente y presentarlos esquemáticamente con categorías triviales que se condicen con el lugar común, esa institución republicana que no nos deja pensar. Lo mismo ocurre en alguna prensa escrita que empieza a aumentar la frecuencia de ocurrencias del léxico “linchar” en todas sus concordancias. “casi linchan”, “lincharon” “linchaysuyo” etc., a partir de los lamentables sucesos de Ilave.
La presencia de muchas autoridades aimaras en los gobiernos locales, también es motivo de la pregnancia del estereotipo que lleva a uno al círculo vicioso. Al ser categorizados como menos competentes en razón de su cultura y estatus socioeconómico son considerados como inferiores para ser autoridades. Tal es el caso por ejemplo del Alcalde de la provincia de Chuchito, Barbaito Constanza, quien es víctima del mismo pensamiento: es maltratado y abordado con un racismo biológico muy arraigado en su pueblo. A este respecto no estamos de acuerdo con algunas de sus afirmaciones sobre sus errores y conducta política, pero tampoco convalidamos las expresiones racistas y estereotipadas que se difunden sobre su persona en los medios.
Siguiendo la misma lógica de este círculo vicioso, o de la profecía que provoca su propia realización, los miembros de los grupos estigmatizados se adecuan a la imagen desvalorizada que les devuelve un entorno hostil. Interiorizando el estereotipo discriminatorio, se los lleva a activarlo en su propio comportamiento. Comportamiento muy evidente cuando por ejemplo el Alcalde de Acora quiso reivindicar simbólicamente la palabra “Axura” expresión aimara de “Acora”, muchos comunicadores al igual que vecinos de este pueblo reaccionaron desde el estereotipo: un modo que puede determinar la visión del otro hasta el punto de moldear el testimonio de los sentidos y de la memoria, produciendo efectos flagrantes de percepción selectiva.
A todo esto, hay un desconocimiento total o parcial de la cultura aimara, generalizaciones sobre su realidad y pueblo, el desconocimiento de sus fuentes de aproximación, una tematización deformadora, una superficialidad y falta de rigor al abordar la cultura y lengua. Y esta manera de practicar un periodismo sensacionalista y discriminatorio solo genera una actitud hostil hacia los aimaras acompañados de una imagen despreciativa de otros grupos donde la desvalorización de una cultura aparece como un instrumento de legitimación de diversas situaciones de dominación.
Finalmente, la promulgación de imágenes de superioridad – inferioridad en una sociedad como la nuestra no ayuda a la construcción de una democracia y ciudadanía diferenciada; y los medios de comunicación regional y nacional necesitan reflexionar sobre su rol en la afirmación de la intraculturalidad e interculturalidad. Hoy mas que nunca es necesario practicar un periodismo solidario de respeto a la alteridad desde las aulas universitarias hasta los medios de información, así como avanzar en la autorregulación de la profesión a partir de los estatutos y códigos de ética. Por ejemplo lo más andino y puneño sería formar periodistas aimaras y quechuas, orientados a la afirmación cultural que promuevan en las comunidades campesinas el consumo correcto de los productos informativos. Los aimaras necesitan tener interlocutores válidos lejos de las patologías de la imagen, el estereotipo, el prejuicio y el lugar común.
Fuente: Los Andes.
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