viernes, julio 20, 2007
Literatura puneña: ¿qué leer y que no?
Walter Paz Quispe Santos
El dominio de la lectura es un rasgo fundamental para comprender el desarrollo de las sociedades, y Puno es una región de no lectores. Lo demuestra la constatación en buena medida de la posición de muchos de sus ciudadanos en el entramado de las relaciones sociales. Sin duda, hay un abismo entre los que leen y los que no. Ahora que está de moda el plan lector en las escuelas y colegios, es necesario preguntarnos ¿qué libros de la literatura puneña hay que leer y qué no? Claro que seleccionar y recomendar algunos autores es como establecer un canon literario puneño. Nuestra literatura puneña – y todas las literaturas- son como la comida, hay autores y platos, seguramente exquisitos, pero que a uno lo indigestan. En cambio de otros se repiten siempre. Hay libros buenos que siempre se dejan leer y otros que se caen de nuestras manos. He aquí un breve recuento de algunos de los buenos libros que pongo en consideración desde mi posición de lector.
Si se trata de una antología literaria, una de las pocas que reúne con seriedad a escritores y poetas representativos es la “Antología comentada de la literatura puneña” de Feliciano Padilla, hay otros que más parecen un ajuste personal de cuentas. Aunque hacer crítica literaria es un género poco agradecido para quien la práctica, pues genera reacciones de todo tipo, y a veces la crítica es una forma de orgullo que construye su pedestal con las debilidades ajenas.
En poesía me parecen necesarios para nuestra lectura: Alejandro Peralta, sobre todo su libro “Ande”, Carlos Oquendo de Amat con su celebrado “Cinco Metros de Poemas”, Efraín Miranda con “Choza”, Omar Aramayo con su libro de poemas “Axial”, José Luis Ayala con “Celebración del universo”, Percy Zaga Bustinza con su “Cinematógrafo de lienzo y bambú” sobre todo por su renovación en el paratexto. Siguen esta lista Boris Espezúa con “Transito de Amautas”, Alfredo Herrera Flores con “Elogio de la Nostalgia”, Luis Rodríguez Castillo con “El monstruo de los cerros” Simón Rodríguez escribe muy bien en “Desatando penas” y Darwin Bedoya tiene en “Yarume” un buen ejercicio poético. Algunos de estos libros son verdaderos testimonios de la afirmación del signo poético y la fundación de la poesía por la palabra y en la palabra.
En narrativa, Mateo Jaika reúne un libro de cuentos “Relatos del Collao” muy renovador para su época, Feliciano Padilla tiene un libro de cuentos sugestivo “Amarillito Amarillando”, Elard Serruto Dancuart con sus “Habitaciones” nos sugiere un buen paseo por sus bosques narrativos y finalmente Fidel Nina ha escrito una novela “Te esperaré en el cielo” que invita a aprehenderlo como lector macho.
Ciertamente si la educación puneña logra conseguir un buen lector, lo cual constituye en sí mismo un verdadero milagro curricular, porque hoy más que nunca la mayoría de los estudiantes y profesores al parecer, padecen por lo que uno se da cuenta, de un síndrome de aversión a todo lo que se les presente mediante el envase y conducto del “plan lector”. Si se logra andar entre estos libros, sería lo más puneño.
¿Qué lugar tiene el libro en la vida de un lector puneño? Es triste decirlo, es la última elección y no tiene prioridad. Necesitamos de una actividad animadora más fructífera de hablar de libros y hay que hacerlo conscientes de que el verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo amar y el verbo soñar. Debemos ser conscientes, además como alguna vez pude mirar en una feria de libros en México en un eslogan que decía “Sólo los animales no aprovechan de la lectura”.
Pero ¿qué leer en literatura puneña? Usted amigo lector ya conoce mi propuesta. ¿Y el resto? Sencillamente no recomiendo leer.
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