martes, abril 08, 2008
Nuevo libro de poesia de Walter Paz
P r e f a c i o
Teun van Dijk
Hay muchas maneras de leer un texto.
Hay más maneras de leer una poesía que lectores y lectoras de poesía. Porque como leo ahora, no leía cuando yo tenía 17 años y escribía poesía, o cuando tenía 27 y analizaba poesía para mi tesis.
Y ahora puedo leer poesía, también la poesía de mi amigo Walter Paz Quispe Santos, de tantas maneras que me resulta difícil escoger. Primero, por supuesto, como analista de discurso, o como profesor, o director de tesis – identidades académicas. Segundo, como hombre u holandés, o cómo viajero de tierras peruanas y otras latitudes latinas. Tercero como amante de la poesía y la literatura. Y más. Probablemente será una lectura hibrida, como las lecturas más naturales.
Para leer poesía hay que tomar el texto en serio. Antes de especular, explicar, interpretar, filosofar y otros actos hermenéuticos, tenemos que mirar bien la superficie del texto poético, las palabras.
Como analista del discurso o lexicólogo, por ejemplo, puedo mirar cada una de las palabras y calcular cuántas veces ocurre. En el poemario hay 4364 palabras, de que 1582 son diferentes. Si dividimos la primera cifra por la segunda sabemos algo sobre la diversidad léxica del texto: es 2,75. Es mucho. En la mayoría de las conversaciones cotidianas no usamos tantas palabras diferentes en una colección de solamente 5000 palabras. En este sentido esta poesía, y tal vez poesía en general, es bien diferente de los discursos cotidianos: el poeta tiene un léxico más diverso. De hecho, muchas palabras (1141) en esta poesía se usan solamente una vez, un fenómeno que los griegos llamaron hapax. Sorprendentemente, entre esas palabras únicas encontramos palabras tan comunes como ahora:
el viento arquea ahora el negro
en el arcoiris que se curva
y en mismo tiempo la palabra poco común arquea que le precede en la línea. Por otro lado, una palabra no tan común como arcoiris, que leemos en la segunda línea, aparece cinco veces en el poemario. Como lector y analista de poesía concluyo que eso puede ser una palabra clave, un tema, un topos (un lugar, un lugar común), una obsesión, y no solamente una repetición arbitraria.
Hay pocas palabras que ocurren mucho, más de cien veces, como de (309), la (234), en (140), el (124), y (101). Esas no nos dicen mucho – son típicas en todos los textos (en español). Tenemos que bajar a la frecuencia 18 para encontrar una palabra con más que una función gramatical: silencio. Probablemente otra palabra clave, tal vez otra fascinación, justo antes del nombre tópico Bablu, que ocurre 16 veces, y en un lugar privilegiado: en los títulos de 16 poemas de una serie. Las otras palabras relativamente frecuentes, que ocurren más de 10 veces, son: noche (16), ojos (16), sueños (13), tiempo (12), memoria (11), soledad (11), amor (10), lluvia (10), mirada (10). Todo eso nos dice el lexicólogo o el analista del contenido. Una cuestión de tomar las palabras de la poesía en serio. Una por una. Contar. Los ladrillos visibles de la poesía.
Pero sabemos que poesía es mucho más. Palabras se combinan en grupos, cláusulas, oraciones, líneas, versos, estrofas, poemas y poemarios. Palabras tienen sentidos, que también se combinan, para hacer temas, ideas, historias, poemas, y todo lo demás que comprendemos cuando leemos esta poesía. Sabemos que las palabras frecuentes como silencio, noche, ojos, sueño, tiempo, memoria, soledad y amor, entre otras, ocurren mucho en poesía, precisamente por sus sentidos – mucho más que, por ejemplo, ministro o minifalda. Las palabras de la poesía parecen más palabras universales, palabras para describir la naturaleza, día y noche, y nuestras emociones humanas – amor y soledad. Y podemos concluir que esta poesía parece compartir los sentidos de la experiencia humana y de la poesía universal. Nada más que mirando bien las palabras.
Y claro, no solamente las palabras. Aún más que en otra poesía hay mucho espacio, mucho blanco. Las palabras no solamente se siguen, sino, como ladrillos, se construyen una encima de la otra, seguidas de grandes espacios blancos que detienen la lectura, individualizan y enfatizan las palabras, marcan el ritmo, y que pueden simbolizar muchas cosas: el vacío, la nieve, la ausencia, o … el silencio. O sea, silencio no solamente es la palabra clave más frecuente, sino el silencio también se expresa en la forma de la poesía, en el espacio blanco que rodea las palabras. Nuestro hábito cultural es de leer de izquierda a la derecha, horizontalmente. Esta poesía también se lee verticalmente, de arriba hasta abajo, como una lista. Poesía no solamente sintagmática sino también paradigmática. Así el poemario no solamente es obituario sino también diccionario de palabras poéticas.
Hasta aquí nuestra tarea como analista de poesía era fácil – mirar, contar y comparar las palabras y los espacios blancos, y concluir que lo que ya sabíamos como lector: que es poesía, y no la guía telefónica, una noticia o una informe. El resto es mucho más difícil. Podemos observar mucho más, también como lector común y corriente, pero no sabemos dónde mirar, y como interpretar lo que vemos. Podemos observar que las primeras palabras del primer poema son las siguientes:
Voy
cerrando
estos versos matinales
para abrir las paredes
de tu piel mineral
Y podemos constatar que el poeta usa la contradicción aparente: él abre el poemario cerrando (…) versos, y en otro poema carcajada del silencio, y concluir de nuevo que aparentemente la paradoja es típica en la poesía – que la lógica del sentido poético es diferente. Como también las metáforas son diferentes de la vida cotidiana – ‘abrir paredes’, ‘paredes de piel’ y ‘piel mineral’ no son metáforas que se leen en las noticias o que usamos en la conversación. Conocemos las cosas a que se refieren las palabras, pero no se combinan en escenas en situaciones que comprendemos – no son los modelos de la realidad cotidiana, sino otros modelos, otras versiones de la realidad.
Pero tampoco es un mundo totalmente extraño, porque se habla de tu piel, y por lo tanto el poeta que cierre sus versos lo hace hablando a alguien, una persona, una persona con cuerpo, con piel – y eso es un fragmento de modelo poético que conocemos de mucha poesía, prototípicamente el hombre poeta dirigiéndose a una mujer, a una amante – aunque obviamente hay otras posibilidades de contacto con una piel.
Para comprender aún mejor tenemos que descifrar las metáforas, y a menos que tengamos una clave, por ejemplo del autor mismo, o de otros escritos, lo único que tenemos es este texto mismo – otras palabras y metáforas que tal vez juntas, nos dejan entrar en este mundo fabricado de imágenes semánticas, combinaciones de conceptos que necesitan una clave para descifrar: piel mineral, corazón virgen, música callada, etc. Y desde ahí el lingüista apenas puede ayudar, y es el lector de poesía, con su sensibilidad, su fuerza de asociación, su conocimiento del mundo y su sentido común que tiene que hacer el trabajo lento de interpretación de descodificación.
Y corazón virgen, por ejemplo, se puede leer de muchas maneras, siguiendo las asociaciones de la cultura dominante (y por lo tanto también sexistas) para el sentido del concepto ‘virgen’, como ‘mujer’, ‘joven’, ‘verde’, ‘persona que no ha tenido experiencia de sexo’, ‘virtuoso’, ‘cándido’, ‘ingenuo’, ‘intachable’, ‘inexplorado’, ‘remoto’, etc. Consultar un buen diccionario de sinónimos (también en el programa WORD) ya basta para tener todas esas ‘connotaciones’. Descomponiendo los sentidos de cada palabra en una metáfora, a través de un libro entero de poemas a menudo ayuda a descifrar los sentidos de un poema. Y una vez que la lectura construye rasgos de persona, de mujer, el resto de los poemas pueden añadir más, como delgada cintura, vientre triste, aire de tu voz, blusa de tu cuerpo. Así, lentamente, la otra persona toma forma y cuerpo en la construcción de nuestra lectura – en el modelo mental que formamos de los acontecimientos del mundo imaginario o real del poeta.
Cierto, no basta. A veces uno necesitaría conocimiento cultural especial. Tenemos aquí 16 poemas, con versos más largos, enumerados Bablu uno a dieciséis. Pero Bablu no está en el diccionario. Si buscamos en Internet – una herramienta fundamental para poder comprender poesía – solamente encontramos ‘Bablu’ como un nombre de hombre de India. Y el lector, la lectora, solamente puede especular lo que significa aquí, tal vez un lugar – tal vez un lugar de montaña, porque se habla de un granizo de nieves perpetuas, de glacial y de otros moradores de la naturaleza, como alondras y salamandras, siempre en relación, como sabemos de los poetas de siempre, con las emociones humanas: nostalgia, amor. Y los demás Bablu siguen en la misma línea temática: orilla, colinas, llanuras, murallas, senderos, o sea una naturaleza habitada, observada, vivida como experiencia humana – observada, vigilada y protegida por los dioses a veces en griego a veces en latín: Apolo, Eros, Atenea, Venus-Afrodita, Júpiter-Zeus, Vulcano, Ariadna, Morfeo, y otros. También, más adelante, descubrimos como la naturaleza se mezcla permanentemente con el cuerpo de la mujer: la hierba de tus cabellos, follajes de tus trenzas.
Otro misterio desde el principio – desde el título del poemario: Búho. Con mayúscula. ¿Será el pájaro real, u otro animal metafórico? Y ¿Obituario? Jugando con la ambigüedad natural del lenguaje y de la sintaxis, podemos concluir que es el obituario, un texto escrito por el poeta, y sobre el búho, o el obituario escrito por el búho mismo, así que el poeta se hace búho, pájaro de la noche. De todos modos, en las dos opciones por lo menos alguien se murió. Y aparte de la imagen del pájaro de la noche, otra imagen dominante se impone del búho: sus ojos redondos: A / tus / ojos / mis / ojos / Búho (…) nació la sabiduría redonda / de tus ojos. Puede ser que eso completa el modelo de la mujer. Pero hay una tercera línea, un topos más clásico y más académico: el búho como símbolo de la sabiduría, igual como Atenea, dos otras palabras del mismo poema.
Sin dejarnos entrar fácilmente los otros poemas siguen los mismos senderos de sentidos: el paisaje con las montañas, cielos, pájaros y otros animales, por un lado, mezclado con un panteón de dioses y diosas, a veces un niño jugando, y por otro lado la mujer y su cuerpo, y finalmente las emociones como la nostalgia, la soledad, la tristeza, y la muerte – la muerte real, o la muerte de un amor – reconstruidos todos por la memoria, y la memoria ‘textualizada’ en esta poesía.
No sé la llave y no puedo reconstruirla, pero la poesía no es un texto didáctico sino un texto laberíntico en que el lector y la lectora tienen que buscar sus propios caminos, muchas veces sin salida, pero en que uno se pierde por el placer de la búsqueda misma. Acabo de mencionar algunas pauta mínimas de lectura. Pero, como decía al principio, cada lector, cada lectora tendrá que construir su propia lectura, su propio modelo de los eventos, y su propio viaje por el paisaje del poeta. Hay menos de 5000 palabras para leer, pero infinitas de lecturas posibles.
Barcelona, 1 de diciembre de 2005.
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