viernes, setiembre 01, 2006
El género en disputa
Walter Paz Quispe Santos.
La historia de la humanidad no sólo ha sido cambiada por los cañones y los fusiles, sino también por la pluma. Alguien dijo que la escritura es más poderosa que las antorchas de guerra. Y en efecto, así parece confirmarlo todos los escritos producidos en el devenir histórico. Si nos fijamos en textos o escritos que cambiaron la historia, daremos cuenta de muchos como por ejemplo la “Torah”, “El evangelio de San Mateo”, “El Corán” que nos abrió el camino a la dimensión trascendental, o “La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano”, “El Manifiesto Comunista” que nos impulsaron a tomar conciencia de nuestra identidad social, o “El Discurso del Método”, “La Enciclopedia”, “El origen de las especies” que intentaron explicarnos el mundo que nos rodea; ahora existe uno referido al género; y que está produciendo una verdadera revolución en la sociedad, y se trata de la declaración de la “IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer” realizada en 1995 en Pekín.
Antes de la publicación del texto, la inmensa mayoría de gentes como las instituciones de la sociedad sobre todo europea y norteamericana sólo aceptaban un modelo de género dual del varón y la mujer, y los estudios de género de muchas universidades propugnaban la equidad de la misma como el mejor eslabón hallado en sus pesquisas sociales. Pero cuando se conoció el texto, su repercusión fue tan poderosa que, a partir de entonces, muchos ya no vuelven a creer, ni actuar, ni a soñar, ni a pensar como antes. Sobre todo los miembros de la iglesia católica quienes ven peligrar su poder en el seno de la sociedad actual. El texto en mención parte de los planteamientos de la conocida feminista Judith Butler que sostiene que “El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo... Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino”.
De acuerdo con ideas anteriores, el género ya no sería sólo dos sino cinco, y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de "mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales". De este modo se exige el reconocimiento de los derechos humanos de las minorías de lesbianas, gays, y otros. Con todo esto, hoy en algunos países los matrimonios homosexuales son una realidad y por lo tanto dejan la clandestinidad de sus relaciones para afirmarse como una opción más a ser tomada en cuenta por los demás miembros de la sociedad.
En nuestro país, dominado en muchos aspectos por la ideología cristiana ortodoxa de la iglesia, aún la tolerancia y reconocimiento de los derechos de los homosexuales se encuentra aun postergado en todas sus formas. También se sostiene un discurso del ausente y de exclusión: “en el Perú no hay homosexuales” “en Puno no se les ve”, mejor ejemplo para comprender que son una minoría sin voz, y que se encuentran reprimidos por el “que dirán” institucionalizado de la sociedad. No es casual que la primera reacción a la conferencia de Pekín haya surgido del Mons. Oscar Alzadora en su sugestivo texto “ideología de género, sus peligros y alcances” CEP (1998) (disponible también en internet, ir a google y buscar por el título del texto) y en instituciones como la Universidad Católica los estudios de género hayan sido puestos en cuestión, y todos escuchamos los signos lamentables de intolerancia de uno de los miembros de la familia de Humala en las última campaña electoral quien sostuvo “que a los homosexuales había que fusilarlos”. En la Región Puno, aun no hemos pasado de las reflexiones sobre la “equidad de género”, las expresiones barajadas y muchos prejuicios incisivos.
Por ejemplo muchos puneños en el lenguaje de todos los días emplean el estereotipo o el cliché para llamarlos “marica”, “maricón”, “amariconado” etc. Ciertamente la línea divisoria entre estos términos y nociones no es clara, pero la impresión general que produce es negativa. El rasgo del estereotipo es grosero, brutal, rígido y se basa en un esencialismo simplista en el que la generalización apunta a la vez; a la extensión con atribución de los mismos rasgos a todos los seres u objetos designables por una misma palabra. También el empleo común de muchas frases hechas a partir del uso del léxico ramplón es corriente, por lo que el proceso de estereotipación por definición es nocivo a la construcción de una sociedad más justa y con pleno respeto a la libertad de elección y los derechos individuales de las personas.
Así mismo, en las actuales reflexiones sobre la multiculturalidad, también se consideran a los homosexuales como un grupo cultural que busca la alteridad y el discenso, esto debido a que a partir de sus formas de vida y costumbres, expresan su derecho a la diferencia. De modo, que las luchas por la interculturalidad no sólo se limitan al respeto de las diferencias étnicas, sino también a los socioculturales de estos grupos.
No nos podemos quedar en el oscurantismo y la homofobia frente a los problemas que inquietan a la sociedad contemporánea, por lo que colocar estos temas en la agenda política nacional y regional es más que un imperativo, no sólo por justicia sino por una transformación de la sociedad moderna y libre de las ataduras de poderes tradicionales como la iglesia que sigue encadenando la libertad del ser humano sobre todo en países subdesarrollados como el nuestro.
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