sábado, setiembre 02, 2006

Locos por Dios.


Walter Paz Quispe Santos.


¡¡Bismillah Er - Rahman Er - Rían¡¡ con esa sonora frase sagrada comienza el honor a la mesa. Mientras los miro confundido por los sonidos de la frase que no entiendo, ellos empiezan a degustar el exquisito plato del día. Cogen el pan y lo untan con un preparado a base de mucho aceite con muchas especias y carne trozada por cuchillos igualmente bendecidos. Me miran y uno de ellos me invita a servirme el pan que llaman chapati. Cuando trato de hacerlo todos al unísono me cortan y me explican que antes debo decir ¡Bismillah Er – Rahman Er – Rían¡ ¿qué significa eso les pregunto? Tarek uno de los musulmanes hace la traducción al español: “En nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso”. Comprendo que es la acción de gracias que hacen antes de comer. Y en efecto, lo repito y ellos me corrigen porque lo mascullo mal. Lo hago varias veces y al final aprueban mis gracias a Alá y puedo servirme el pan.

Hablar del Islam es hacerlo de algo que despierta en nosotros sentimientos contradictorios. Por un lado hay fascinación y ensueño, por otro recelo hasta hostilidad. Cuando observo a mis amigos musulmanes se me viene a la cabeza las fantasías orientales de las Mil y unas noches que sin duda nos devuelven a la infancia, pero a la vez renace en mi ánimo una alteridad, una sorpresa por las diferencias de cultura, religión, lengua, al final de todo. Y retrotrae en mi imaginación las lecturas de historia en el colegio de las guerras santas, los enfrentamientos del cristianismo con el Islam, que ahora se convierten en conflictos personales ya que muchas cosas de su fe contradicen a mi lógica.

Sobre todas las cosas, lo que mas llama la atención es la rigidez con que cumplen sus loas, cánticos y rezos, lo hacen cinco veces al día, y con un sentimiento del deber loco. Esa locura por Dios, por Ala, tiene sus propios rituales muy peculiares. Desde arrodillarse y pedir levantando las manos hasta inclinarse y besar el suelo varias veces sobre una alfombra, de esas voladoras que observamos de niños en el cine o leímos en los cuentos orientales. Convivir con ellos es una verdadera experiencia multicultural. Hoy más que nunca la cultura greco – romana, occidental necesita dialogar con la cultura arábico – musulmana, y más aun con la nuestra, la andina. Encontrarnos con ellos borra por completo los estereotipos que nos vamos formando en la mente por aproximaciones sesgadas que a veces recibimos de los medios de comunicación. Los musulmanes son en realidad, aquellas personas que tienen una visión del mundo totalmente diferente al nuestro, pero en fondo tienen los buenos sentimientos, las emociones igual que nosotros.

A veces es difícil entender toda una forma de vida que gira alrededor de Dios. El Corán su libro sagrado, es la guía espiritual y material de toda actividad cotidiana. Aunque su interpretación ha dividido a los mismos en Suníes y Chies. Los suníes son los que lo interpretan tal como le fue revelado a Mahoma y los chíes con la ayuda de otros profetas. El fundamentalismo que practican nace de estas aproximaciones diferentes. Seguro que los temas controvertidos sean para nosotros el caso de las mujeres cubiertas con velo, ellos dicen que eso se hace porque así lo señala el Corán, pero cuando leí un ejemplar del libro, no encontré ninguna línea dedicada a esa práctica. Al igual que muchas religiones cristianas proscriben la pornografía pero yo me los encontré a mis amigos en secreto viendo películas hindús con ese contenido. Es que como verán en ellos también la excepción confirma la regla.

Con ellos aprendí a comer las sandillas con sal, el arroz con azúcar, la somoza, que es una especie de papa rellena andina, el shawarma una forma de bocata o sándwich oriental, así como a jugar al críquet que es su deporte favorito, así como a conversar y comer sentado de cuclillas. Creo que ellos también aprendieron muchas de mis prácticas aimaras, porque los veo en secreto haciendo lo que yo hago. Tal vez en mis interiores exista ahora un musulmán conviviendo conmigo y sospecho que también dentro de ellos convive un aimara, ahora que me he alejado de ellos y vivo un mundo más catalán.

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