sábado, setiembre 09, 2006

La obscenidad, el patetismo y comicidad en la política puneña.


Walter Paz Quispe Santos

Las elecciones municipales y regionales son para los políticos. Los hay aprendices y también viejos en el oficio. Todas las actuaciones políticas tienen su nombre. Pese a la enorme variedad de las mismas, los ciudadanos los identificamos y diferenciamos. A veces los clasificamos de diversas maneras observando los modos de comportamiento público y privado del candidato elegible. Pero además de clasificadas estas actuaciones son valoradas positiva o negativamente. La valoración, por uno o por muchos, muestra la actitud que tenemos ante nuestra misma actuación política, o ante las actuaciones de los demás. La actuación política es predicado del político, y lo mismo que valoramos la actuación política valoramos al político. En ocasiones sucede, pero sólo en ocasiones cuando valoramos las actuaciones políticas pero no al político o viceversa.

Estas evaluaciones pueden ser de dos clases: estéticas o morales. Cuando nuestra valoración de la actuación es fuerte desde la perspectiva ética, es débil desde la óptica estética y viceversa. Por ejemplo moral / inmoral son dos polos de calificaciones exclusivamente éticas, y bello / feo son calificaciones estéticas. Pero hay algunas calificaciones duales que caben dentro de las miradas éticas o estéticas al mismo tiempo; por ejemplo, limpio / sucio. Así decimos esa persona es limpia o sucia políticamente. De este modo las elecciones municipales o regionales nos inducen siempre a un determinado valor: el valor de elegir. Al respecto una pregunta es ineludible: ¿sabemos elegir?

La obscenidad en la política es aquello que está fuera de la escena, es decir, lo que no debe ser público. Lo obsceno no es por lo tanto, lo indebido o pecaminoso o lo criminal. Lo obsceno es aquello que teniendo plena razón de ser debe llevarse a cabo privadamente. Esto quiere decir que la obscenidad, como la santidad, está vinculada a cierta dosis de secreto, de secreto pactado. Pero no toda privacidad es obscena, aunque toda obscenidad es privada; es decir, lo obsceno es una aparición, una irrupción en la escena de lo público de cierto género de cosas privadas. Lo obsceno es lo que no debe ser público porque es la publicidad lo que lo convierte en obsceno. Pensemos por ejemplo, en un candidato que es descubierto in fraganti en público borracho y haciendo un escándalo en la vía pública, sin duda tal actuación será calificada de obscena. Otro topoi más conocido es cuando un político es sorprendido con su amante, u orinando en la calle, o en actos de corrupción; evidentemente estas actuaciones serán calificadas de obscenas. La obscenidad en política por lo tanto está aliada a la indignación, la alarma y el repudio; que despierta el placer y el quebrantamiento de algunos mores o normas socialmente compartidas por la comunidad puneña.

El patetismo por su lado, esta ligado a ciertas experiencias límite que conllevan a cierta carga emocional, que se suceden inesperadamente o en las que concurren circunstancias extraordinarias. Esta relacionada con actuaciones y discursos políticos capaces de despertar el temor y la compasión. Por eso el patetismo está asociado con la tragedia y sobre todo con el dramatismo. Estos dos elementos de la poética son explotados en la retórica por los políticos con el propósito de persuadir al elector. Por lo tanto son patéticos los discursos que señalan que si la opción política propuesta por un candidato no gana, será la desgracia para el futuro de Puno. El patetismo tiene dos grados, por un lado la alegría extrema y el espanto; es decir, la euforia y la disforia. Así pues lo patético está ligado a la idea del misterio, del asombro o en ciertas ocasiones admiración (mirum), que lleva al elector a contemplar con estupor la enigmática actuación política de determinado candidato, o las estrategias que usa para superar las fuerzas adversas del contrincante. Lo patético se logra a través de una atmósfera numinosa, es decir, a través del espacio y el tiempo. Y una forma de poder constatarlo es cuando las encuestas de preferencias no ubican a cierto candidato en un lugar preferente, entonces procura conmover al elector para que cambie de opinión.

Lo cómico o la comicidad en política forma parte de lo festivo, la ironía, la picardía y la burla. La acción política y los discursos de lo aparente, la simulación y astucia son ingredientes esenciales en toda aparición pública. Por otro lado no se deja de lado la risa y el disfraz político, la máscara que esconde la verdadera identidad del candidato que en vez de currículo tiene prontuario. Así mismo es importante destacar la parodia intencionada del contendor, las imposturas ideológicas, la intención humorística, la complicidad con el elector al evidenciarle las falsas visiones o creencias en que se ven metidos los demás contrincantes, es decir hacer ridícula las formas de proceder de los demás.

En política todo vale, dice el dicho popular. Si es cierto, vale lo obsceno, lo patético, lo cómico y muchas actuaciones más. Lo podrá ver usted mismo amigo lector en la actual contienda electoral y por su puesto será su mejor cómplice.

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